Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no decían más que sandeces y
mentiras, que las emisoras tenían color político y cada una comentaba lo que
más se ajustaba a sus intereses, que ninguna era objetiva, ni fiable. Yo le observé con incredulidad y le indiqué:
–Me apetece escuchar esas sandeces y
mentiras y, por favor, me ubica el dial en Radio Popular.
A través del espejo retrovisor, él me
indicó una mirada hostil, mientras sintonizaba la radio y murmuraba entre
dientes su contrariedad.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras un río de
peatones fluía delante del taxi. En ese
preciso momento, sonó mi teléfono móvil.
Era de la emisora que estábamos oyendo, que es donde trabajo; mi voz se
percibía a través de las ondas diciendo:
–Hoy tenemos un caso complejo y es una
verdadera pena, pero el premio del crucero que hemos estado anunciando que
daríamos hoy al sector del taxi, queda desierto para no contrariar al
taxista. Él afirma que solo decimos
sandeces y mentiras. Es la licencia 704,
si su mujer está oyendo Radio Popular, cuando llegue a su casa, ¡se va a
enterar este taxista!.
¡¡Ya lo creo que se va a enterar!! Lo que le espera va a ser tremendo. Gracias por regalarnos unas risas, como siempre. Me gustó como resolviste la propuesta de esta semana.
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