Ya había pasado aquella mala racha,
el calendario ahora anunciaba nuevos tiempos. Estaban quedando atrás las heridas
de una vida un tanto tortuosa. Los días se presentaban frescos y livianos, no
eran sometidos a horarios, compromisos ni a ningún tipo de ataduras. Por
primera vez en mucho tiempo, Marta se sentía dueña de su propia vida, a sus
cincuenta y cinco años. Su casa lucía distinta, pareciera como si de repente
fuera de una amplitud extremada, con lo poco vestidas que esta estaban, sus
paredes contaban aún con sombras de los roces vividos. Eso sí, su cafetera la
esperaba en el mismo lugar de siempre, junto a su taza de flores verdes, dos
terrones de azúcar y una pizca de leche que harían de las mañanas un gran
comienzo. Ahora contemplaba, a través de
la ventana, aquellos altos y frondosos árboles que durante mucho tiempo fueron un estorbo en su vida. Pero hoy miraba
distinto, hoy veía vida y luz por doquier…comenzaba a tomar conciencia de su
ser, de sus gustos un tanto olvidados, de sus deseos censurados y sometidos por
personas miserables que sólo pensaban en el goce propio, sin importarles lo que
ella sintiera. Se apenaba al recordar a su madre, hoy comprendía su dolor…¡¡Niña
tonta!!, se decía una y otra vez, cuando veía como su madre desesperada por
ayudarla, lloraba de impotencia por no saber llegar a ella, a su corazón y así
poder rescatarla de aquel abismo miserable al que Marta se dirigía sin
solución. ¡¡Pobre madre mía!! ¿Cuánto sufrimiento debiste pasar?, se preguntaba.
Ahora ya es tarde para
lamentaciones…su maleta, esta vez llena de sus pertenencias, la apuraban hacia
un viaje por la vida, a recuperar su amor por ella misma en cualquier lugar, de
cualquier manera…menos aquella. A las cinco, salía su vuelo hacia Cabo Verde,
donde la aguardaba su querida hermana Ema, iba dispuesta a ser feliz y a tomar
las riendas de su existencia, a olvidar su pasado para vivir de la mejor manera
su vida. Esperando el amor siempre, a partir de ahora.
Volver a empezar, esta es la historia de una reconstrucción; no permitir que lo negativo te destruya, sino que, por el contrario, éste te ayude a crecer en otra dirección. Muy bonito
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