Entró al
libro una noche de abril. Aprovechó que
ya todos dormían y como por arte de magia penetró en él para convivir con todos
los personajes de los cuentos de hadas.
Según
avanzaba, se desencantaba de lo que veía, ¡qué horror!, pensó, no hay hadas ni
buenas ni malas, ¿por qué les dirán cuentos de hadas?. Encontró todos los cuentos cambiados.
Blancanieves
era la malvada dueña de un circo que tenía trabajando a los enanos como payasos
y mantenía sometida a la madrastra, que era la atracción principal, ya que con
su espejo era la adivina del circo, mientras el príncipe vendía manzanas por
las gradas.
La
Cenicienta había perdido algo más que el zapato en esa noche mágica y el
príncipe, decepcionado, nunca la buscó.
Ella, cansada de esperarlo, decidió irse a vivir con Ali Babá y sus
cuarenta ladrones, ya que ellos eran más cariñosos que sus hermanastras.
Caperucita
Roja no llevaba la cesta para la abuelita, todo lo contrario, buscaba los
tupper en la casa de su abuela porque su mamá estaba en el paro y vivían de la
pensión de la abuela, e incluso el lobo colaboraba con ellas.
Caminaba
solitario y desamparado ante aquel espectáculo que no le gustaba cuando, de
pronto, se encontró con Pepito Grillo, así que aprovechó para preguntarle qué
pasaba, que por qué los cuentos no eran como estaban escritos. Pepito lo miró directo a los ojos y, viendo
su tristeza, le dijo:
-Es fácil,
creer y crear están a una sola letra de distancia, y tú has hecho las dos
cosas.
Dicho esto,
despareció.
¡Con qué solvencia has resuelto la tarea de la semana!. Genial me ha parecido de principio a fin, especialmente ese final impregnado de filosofía.
ResponderEliminar