Raquel vivía
con sus padres y hermanos en una gran hacienda de un lejano país. Sus padres
trabajaban las tierras que pertenecían a un matrimonio muy rico y a ella le
tocaba encargarse de llevar las verduras y frutas a la casona. A la señora le caía bien y hablaba mucho con
Raquel, por lo que sabía que ni la niña ni sus hermanos iban al colegio.
Un día, la
señora le dijo que si quería, ella le enseñaría a leer. Así fue.
Con el tiempo, la señora se dio cuenta de lo lista que era Raquel y le
propuso que se pusiera a escribir cuentos, narrando la vida que llevaba su
familia y como ella los ayudaba a trabajar y sembrar las tierras. Quedaron en que aquello sería un secreto
entre las dos.
Mucho
después, un buen día, Raquel recibió un paquete, con varios ejemplares de un
libro y un sobre, dentro del cual venía un cheque a su nombre, proveniente de
una editorial. ¡ El libro de sus cuentos se estaba vendiendo muy bien las
librerías! Fue así que aquel secreto
dejó de serlo.
Leyendo y escribiendo se abren mil puertas y se construyen sueños: creo que tu relato habla muy bien de ello.
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