Juan era un
niño que vivía en el campo con su familia.
Se ganaban la vida labrando las tierras y cuidando los animales, tareas
en las cuales tanto Juan como su hermano ayudaban cuanto podían. La ilusión de Juan siempre había sido
estudiar, pero no podía ir a la escuela por lo que apenas conocía las letras
que su padre le enseñaba cuando tenía tiempo.
Un día, Juan
le pidió a su madre que le comprara un cuaderno y un lápiz. Él había visto un pequeño, aunque gran libro
que su padre tenía guardado y cuando iba al campo a cuidar de las cabras mientras
éstas pastaban, lo llevaba con él y copiaba las letras de aquel libro en su
cuaderno. Así, día tras día, y aunque al
principio no comprendía, llegó con el tiempo a escribir y leer correctamente,
sin faltas de ortografía y con una letra preciosa.
Ya adulto,
fue un tiempo al colegio y su profesor se admiraba, preguntándole cómo había
aprendido a leer y escribir tan bien. Él
contestaba que había sido gracias a aquel pequeño gran libro de su padre.
Aquel libro
era un Diccionario de la Lengua Española y el pequeño Juan, ese pastor de
cabras, era mi padre. Él cuidó siempre
con esmero aquel libro editado en 1891 y un día, antes de irse de este mundo, me
lo regaló, contándome su historia. A
partir de entonces, lo guardo como un tesoro.
Conmovedor relato que mueve sentimientos de ternura y admiración por ese hombre que venció las dificultades de aquellas épocas, con tesón y disciplina. Me ha gustado
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