EL MIEDO
Un día me levanto temprano. No sé qué hacer. La cabeza me da vueltas. Quiero salir huyendo. Ya no me importa nada. El mundo me persigue y no tengo donde esconderme. Corro y corro pero no sirve de nada porque sé que al final me alcanzarán. Me escondo en una esquina. La gente pasa deprisa. Pienso que me están buscando y sólo quiero gritar pero tengo seca la garganta y no me sale la voz. Sigo escondida. Miro a los niños y parecen hombres, miro a los hombres y parecen gigantes.
Tengo dos opciones: partir de este mundo y acabar con todo o coger la guagua e irme para El Rastro. Y mira, creo que eso último es lo mejor que puedo hacer porque te mezclas con la gente, pasas inadvertida, te compras un par de cosas y ves la vida de otra manera.
Bravo. Mantienes la intriga hasta última hora. Engañas al lector que supone estar leyendo una historia de final oscuro y cuando estamos convencidos de ello, vas y le das la vuelta y nos sorprendes. Excelente.
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