Yo creo que cada quien lleva su cordón en la sangre. A mí me ha tocado llevarlo desde joven. Empecé cuidando de mis hermanas, porque yo era
la mayor de la casa y ay de mí si no las cuidaba bien. Cuando me tocaba dormirlas era un suplicio,
sobre todo con la más pequeña que, cuando le daba por llorar, no había quien la
hiciera callar. También lloraba cuando
alguien la miraba porque le parecía que todos se reían de ella. Entonces, a mí me correspondía llevarla conmigo
para consolarla y hacerle entender que lo que creía no era cierto. El resto de hermanos no decían nada y me
obedecían porque respetaban que yo era la mayor, la que llevaba el cordón
umbilical.
Ahora, que tengo hijos, pienso que sigo llevando el mismo
cordón, pero con alegría porque ellos son lo mejor que Dios me ha dado. Me siento orgullosa del respeto que sienten
por mí.
A veces, también me siento como un niño pequeño que va
gritando y sembrando esperanza para que, con ella, el Señor nos mantenga
fuertes y abiertos al amor.
Me gustó mucho tu cordón umbilical y los recuerdos del pasado que afloraron a partir de este título. Disfruto mucho con las historias sencillas del pasado de la gente, porque están llenas de verdad. Gracias por compartirlas con nosotros, Maruca.
ResponderEliminar