Desde pequeña veo caras en todas partes.
No las busco; ellas se presentan ante mí. Caras en las nubes, en las grietas de
las paredes, en las sombras de las cortinas, en las montañas, en el suelo.
Rostros de animales o personas. Muchas veces deformes y terroríficas; que a
veces dan miedo y otras se instalan en
tu propia casa; en tu vida. Una de ellas
lleva años mirándome de frente, con rostro malévolo y facciones en relieve;
retándome. Yo aparto la vista pero presiento que me vigila. Lleva muchos años
allí y se ha convertido en una figura más de la estancia. Pero yo la sigo
ignorando; aunque a veces tengo curiosidad por saber qué significa y dudo si
plantarle cara a la espera de su
reacción, porque estoy segura de que tiene vida. Pero al día de hoy no he
logrado unir el valor suficiente para hacerlo.
La pareidolia es rara pero no tanto porque… ¿quién no ha creído ver la forma de un animal en las nubes o el busto de una mujer en montañas, o gigantes en acantilados o un arado en las estrellas?
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