No sé por dónde
empezar a contar lo que tengo guardado
en el corazón. Tal vez deberé hacerlo
dando las gracias por los momentos compartidos la última semana de mayo. Esos instantes gratos y llenos de emoción,
vividos en compañía de su amistad, cariño, apoyo, entrega y compromiso.
Como miembro de
HERTE y como compañera me siento muy orgullosa de tenerlos como amigos y
compañeros en este taller de narrativa, donde todos aprendemos de todos.
El viernes 29 de
mayo pasado, gracias a las luces y a pesar de las sombras, el acto estuvo bonito. Hubo en él más luz que oscuridad; yo lo vi
así.
Quiero quedarme
con el amor y cariño de las amigas de las dos homenajeadas que estuvieron
pendientes de ellas en todo momento y sin que ellas se enteraran, en favor de
la sorpresa preparada, a escondidas les tomaron fotos prestadas, las
acompañaron a la peluquería y le eligieron vestido para que estuvieran guapas
en el acto, se preocuparon de asegurar su asistencia y además, escribieron una
semblanza de sus vidas en la que pusieron todo su empeño y cariño, dar lo mejor
de sí: eso es amor y amistad.
Mis amigas y
amigo, cantando, recitando, contando cuentos, haciéndonos reír con el burlesque;
todos parecían unos profesionales. Y los
premios de Narrativa que cada año se superan en su buen hacer, cantidad y
calidad.
También me quedo
con la paciencia y comprensión de las parejas de todos aquellos que por
preparar el acto, abandonaron por unos
días su compañía: el que con orgullo va a presenciar el acto donde su mujer
participa, que de otro modo no iría. El
fotógrafo con su presencia permanente, pendiente de cada momento especial. Aquel que en un momento perdió su bastón pero
que, gracias a su compañero, recuperó enseguida pues sabía que lo había dejado
en el baño; me sentí admirada por su compenetración y también por la manera en
que participó, vistiendo y maquillando a los artistas tras bambalinas. Las amigas que, sin pensarlo mucho,
prepararon el brindis. De pronto, salió
comida por todos los sitios, papas y mojo, dulces variados, aunque con poco
tiempo para saborearlos.
En definitiva, crecimos
como personas dando lo mejor de nosotros y haciendo felices a quienes nos rodean.
Recordaré
siempre las lágrimas y sonrisas de las homenajeadas quienes nunca pensaron que
a estas alturas de su vida se fueran a subir a un escenario a oír palabras
bonitas sobre su persona y recoger un ramito de flores y un bonito diploma para
tener de recuerdo.
Sí, sin duda la
luz de ese momento fue tan potente que iluminó las sombras.
Muy bonitas palabras que te agradezco en nombre de todos. No podías haberlo expresado mejor. La última línea resume perfectamente el sentimiento que invadió a todos los participantes en este emotivo acto: la luz fue tan potente que iluminó las sombras. Un abrazo, Esther.
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