Una tarde,
estaba yo aburrida en casa y decidí salir sin saber bien donde iba. Sin pensarlo, me encontré con unas amigas a
quienes les pasaba exactamente lo mismo que a mí. Juntas, caminamos sin rumbo hasta que nos
hallamos en medio de un parque muy bonito, lleno de árboles y voces de niños
que disfrutaban de sus juegos infantiles, bajo la mirada atenta de sus
padres. Contagiada de la alegría de los
niños, me llevé una gran sorpresa. Me
encontré con una amiga que hacía muchos años no veía. Sin haberlo planificado, pasé una tarde muy
divertida junto a mis amigas, incluyendo a la que me había encontrado por
casualidad que estaba allí con su nieto.
Nos dejamos llevar por la emoción y nos sentimos como niñas columpiándonos
junto a los demás niños. Esa visita al
parque fue para no olvidar.
Tu relato me hizo pensar que la alegría a veces hay que buscarla porque no siempre viene sola. Una gran lección, Maruca.
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