Lo había ido
a despedir al aeropuerto. La ilusión de
los jóvenes en aquella época era Europa porque, entre nosotros decíamos que
empezaba en Los Pirineos. Nuestro país
sufría una gran dictadura y como jóvenes teníamos nuestros ideales.
Los meses
siguientes a su ida, recibió casi una carta diaria. ¡Qué cartas! Amor,
generosidad, complicidad, ideales y proyectos. En ellas, él le decía:
-En cuanto
termines tus estudios, te vienes para acá.
Tenemos trabajo y sobre todo libertad.
Pero, las
cartas empezaron a menguar. Pasaron a
ser una al mes aunque recibidas con la misma ilusión. Con el paso del tiempo, las cartas no
llegaron. Ella pensó
-Habrá
encontrado una chica moderna, guapísima y es normal que no piense en mí.
Ella sí que
encontró un buen hombre, trabajador, de buena posición. Se casaron y tuvieron tres hijos. Fueron muy felices.
Un día en el
que su madre no se encontraba bien de salud, le dijo:
-Saca del
armario el traje de chaqueta negro para cuando vayamos al médico.
Ella se
entretuvo buscando unos pañuelos para el cuello y algunas joyas. Entonces una caja de zapatos que nunca antes había
visto allí llamó su atención. Decidió
curiosear un poco mientras su madre seguía duchándose.
Además de
joyas, postales, recordatorios de todo tipo, la caja escondía la gran sorpresa
de su vida: veinte cartas con la letra que tanto conocía. No se contuvo. Vació el contenido de la caja sobre la cama y
comenzó a leer aquellas cartas que nunca recibió. Casi treinta años después, lloró como una niña, mientras su madre la
observaba desde la puerta del baño.
-Hija,
perdóname. A tu padre no le gustaba
aquel chico para ti. Era poca cosa. Se abrazaron las dos entre llantos y risas.
-Bueno, al
menos has sido feliz con otra persona.
Siempre
igual, por no contrariar a su madre, a pesar de haber cambiado su destino, se
quedó en silencio y no dijo nada.
Ella, tan
liberal, tenía la dictadura en su propia casa.
La reflexión final de este relato hace que éste crezca en dimensión, desde mi punto de vista, pues le aporta la fuerza y singularidad suficientes para que deje de ser un lugar común.
ResponderEliminarMagnifico de principio a fin
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