Un día, una niña salió
a pasear a un hermoso aunque alejado valle.
Allí encontró un árbol cuyos frutos eran tan buenos que todos los
pájaros de fuego y agua compartían el deleite de su sabor. Al llegar a casa, la pequeña se lo cuenta a
su padre, que era cazador, y él enseguida cogió la escopeta y al llegar al
lugar, comenzó a disparar tiros sin descanso, hasta que el árbol cayó. Los pájaros de fuego y agua siguieron
revoloteando a su alrededor y así estuvieron hasta que, pasado el tiempo, el
árbol revivió y las aves pudieron posarse en sus ramas, nuevamente, a disfrutar
de tan exquisitos frutos.
La niña, después de lo
que había hecho el padre, no volvió nunca más al valle donde habitaba aquel árbol tan especial,
porque para ella se había convertido en un lugar sagrado.
Entrañable tu relato, Maruca. Me han gustado mucho esas aves de fuego y agua.
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