¡Ay cariño!, el día que me quieras, la rosa que engalana se
vestirá de fiesta con su mejor color y seguramente calentará el sol aquí en la
playa. A pesar de tu desdén, yo tengo
claro que toda mi vida me estaría contigo, no me importa en qué forma ni cómo,
pero junto a ti. Y es que, no sé si tú,
pero yo te he empezado a extrañar, me haces falta, no sé tú…
Le doy gracias a la vida, pues contigo aprendí que la semana
tiene más de siete días y que tu presencia no la cambio por ninguna. Por lo que más quieras, júrame que aunque
pase mucho tiempo, no olvidarás el momento en que yo te conocí. Lamentablemente, creo que tú no sabes nada de
la vida, tú no sabes nada del amor. ¿Qué sabes tú lo que es vivir ilusionada?
¿Qué sabes tú lo que es querer sin que te quieran? Si tú no sabes nada de la vida.
Pero, yo sí, porque adoro la calle en que nos vimos, la
noche cuando nos conocimos; adoro la forma en que suspiras y hasta cuando
caminas, yo te adoro, vida mía. Le rogué
a mi reloj que no marcara la hora pero…, ya son las doce y no llegas, ¿me harás
lo mismo que ayer?.
Estoy desilusionada, así es que voy a apagar la luz para
pensar en ti y recordar la última noche que pasé contigo, pues la llevo grabada
como fiel testigo, quisiera olvidarla pero no he podido. Y me duele que la luna no te la haya yo
enseñado y volaste hasta una estrella de otra mano.
Alma mía, recuerdo que sutil llegaste a mí como la tentación
llenando de ansiedad mi corazón. Por eso
me pregunto al ver que me olvidaste, ¿¿¿por qué no me enseñaste cómo se vive
sin ti????
Bonita carta donde se mezclan las mieles del amor con la amargura del desamor, a través de la unión de las letras de boleros eternos, siempre vigentes. Me ha encantado este ejercicio.
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