Mi madre me dijo que mi padre
la enamoró con poesía. Claro, es difícil
que lo entiendas. Allí, en esos terrenos
áridos de dónde vienes, eso no existe.
Ya te digo que entre ellos hay pasión, hay planes, hay manos entrelazadas. Hay miradas que solo ellos entienden.
Tú me miras desde tus pegajosos
ojos amarillos con asombro. Ellos se
miran con flores, con las galletas dulces de mamá, con las manzanas verdes que
papá le lleva a la cama.
Es como si el mar se encontrara de frente con
la tierra cálida de un desierto, es un jardín lleno de flores, una montaña
rojiza de tantas amapolas. Y
miradas. Eso es poesía. Es sentir el aire, es sentir el mar, es ver
más allá de los que otros no alcanzan.
Mi madre me lo dice y yo, le creo.
Preciosa manera de dibujar la poesía: dulce, certera, inmensa en la profundidad de su sencillez. Yo también me lo creo, me lo creo todo de principio a fin: la veo dibujada de tal modo que sí, hasta un extraterrestre lo entendería.
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