Pero… aquello era ya agua pasada. Ahora,
se sentía totalmente recuperado para volver; aunque lo quería hacer paso a paso. Amaba tanto las palabras, descubrirlas,
hacerse dueño de ellas y ordenarlas a su
antojo, que estaba deseando plasmarlo en la hoja en blanco que tenía
delante. Cogió su pluma favorita y se
dispuso a empezar…
Después de media hora, el folio seguía
intacto y el tiempo pasaba. Se acercaba
la fecha de entrega. Tenía que
enfrentarse al miedo que sentía; el de volver a escribir y que otros lo
leyeran. Sería fiel a su género, el de
terror. Empezó…y no pudo parar hasta
terminar. Las palabras fluían con euforia
narrativa hasta convertirse en una prosa magistral.
Satisfecho, procedió a releer la breve
narración. El escritor se convertía en
lector, pero… su corazón se detuvo, sus manos temblaban, sus ojos lloraban, su
rostro sudaba…, sentía terror de sus propias críticas. Definitivamente, tendría que seguir con la
terapia.