Escribir con la mente abierta, cuando cada letra o palabra desnuda el alma. Leer, cuando cada frase delata nuestras emociones. Escuchar, haciéndonos eco de todos esos sentimientos. Escribir, leer, escuchar: son para mí, grandes virtudes, dones que la naturaleza regala a pocos seres humanos y que no están al alcance de todas las personas, aunque su educación haya sido inmejorable y esmerada. Se necesita, así lo veo yo, de una gran sensibilidad, serenidad y generosidad.
A mí, la que más me llena y llega, es escuchar.
Escuchar a mis compañeras de curso leer sus relatos de viejas historias, de entrañables recuerdos, de anécdotas divertidas, de moralejas y enseñanzas, que ni tan siquiera aparecen en los libros, pero que son dignas a tener en cuenta para educar correctamente a nuestra juventud, es algo que disfruto muchísimo, cada jueves.
Algunas lecturas me dejan con una sonrisa de añoranza, otras con lágrimas de tristeza o pena, pero, todas, con una gran satisfacción de poder compartir sus narraciones, únicas, aún más sabiendo que quizá son los primeros acercamientos a este complejo pero maravilloso mundo de la literatura.
Ya quisieran muchos escritores de renombrada fama, tener la creatividad de ellas, para saber plasmar sus vivencias de forma sencilla y espontánea, en cualquier trozo de papel, mientras ponen pucheros al fuego, lavan, planchan o atienden otras labores de la casa.
Salvo, excepciones, ninguna de nosotras tiene grandes estudios. Nuestra escuela ha sido los años, la experiencia, la propia vida y nuestras ganas de seguir con ilusión, aprendiendo y compartiendo.
Me gusta escuchar.
Y a mí me encanta leerte tanto o más que esa maravillosa capacidad tuya: la de tener una generosa predisposición para escuchar, para atender, para elogiar y ver lo positivo de las cosas. Un abrazo, amiga.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarBss
sera un plcer seguir leyendo tus excelentes relatos un beso
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