Desde aquel momento quedó prohibido
para siempre. Claro que aquella prohibición había empezado a fraguarse mucho
antes, cuando desde su más tierna edad, escuchaba
incesantemente esa palabra que le frustraba, que ponía freno a sus sueños de niña, de joven…,
de mujer:
Prohibido
soñar, prohibido arriesgarse,
prohibido todo lo que no fuera tradicional o prudente.
Por eso, al llegar a la edad adulta y una vez liberada
de aquella opresión parental, Marta se prometió que, de su vocabulario y de su
mente, quedaría descartada aquella palabra. Y, pese a que, para algunas de sus
aspiraciones ya era demasiado tarde, eso no la detuvo; comenzó a soñar
libremente, a luchar por conseguir lo
que su corazón anhelaba. Se arriesgó, efectuó diversas transformaciones a lo
largo de su vida, algunas beneficiosas, otras no; sin embargo, ahora siente
el orgullo de haberlas acometido.
Hoy, en la época
otoñal de su vida, percibe la profunda satisfacción
de haber vivido sin esas barreras mentales, sin el peso de aquella odiosa palabra:
“PROHIBIDO”.