martes, 29 de octubre de 2013

CANDILEJAS de Carmiña Gohe



Cuando era una niña, quizá de nueve años, todos los domingos mamá nos daba a los hermanos y a mí unas pesetillas para comprar caramelos.  Nada más entrar en el teatro, íbamos a comprarlos a la cantina.  Mis hermanos varones, y más golosos, sabían que a mí aún me quedaban parte de ellos y, en el descanso de la película, venían corriendo a pedírmelos.
Ya era una señorita y después de estar en el cumpleaños de una amiga, todas contentas nos fuimos al teatro y, ni cortas ni perezosas, subimos al escenario y nos pusimos a bailar y a hacer tonterías.  Tengo que decir que no nos llamaron la atención hasta que se acercaba la hora de la función de la noche.  Debo aclarar que esto lo pudimos hacer porque mi padre tenía arrendado el teatro en ese entonces.
Estando ya viviendo en La Laguna, mi prometido y yo nos fuimos al cine a ver la película Candilejas en la que trabajaba Charles Chaplin.  El argumento era triste.  Esa fue la primera vez que me pasó su pañuelo para enjugar mis lágrimas, cosa que seguiría haciendo estando ya casados; no entendía tanto lloriqueo, pero es que soy así.  Se trataba de un viejo payaso y una bailarina que danzaba sin cesar.  El triste clown con su cara pintada nos hacía reír a todos, pero su triste corazón sufría hasta que, al fin, murió.  Aquella dulce melodía de Candilejas, perduraría en el tiempo como recuerdo del amor por la bailarina.

A los pocos días, mi prometido me trajo la partitura de Candilejas y es por eso que recuerdo su melodía, con mucho cariño.




CONFESIONES de Esther Morales



Tengo que confesar que, si a algo le tengo miedo, es a las confesiones que me hacen que, dado mi trabajo de peluquera, todos los días oigo confidencias de distinto calado: secretos de hijos e hijas, maridos y hermanos, secretos de enfermedades y deudas.  En la peluquería se comenta todo lo habido y por haber, bueno y malo, con picardía y mala intención o con absoluta seriedad, a veces con acaloramiento, según el tema que se esté tratando en ese momento.
Yo procuro ser neutral y discreta, pero no dejo de reconocer que, al fin y al cabo, soy mujer y me gusta darle a la lengua, como a la mejor.  Lucho por ser una profesional como los médicos o psicólogos, con quienes se nos compara algunas veces.

Comprendan mi miedo, cuando me disparato y empiezo a hablar, podría irme de la lengua, cuando no debo.



viernes, 25 de octubre de 2013

DESPUÉS DE TODO de Alicia Carmen



Hubo un tiempo en que a mi amiga Hortensia se le había metido en la cabeza casarse, pero ahora ya no, está muy desilusionada, aunque no lo quiera aceptar.  Y es que, como dicen los cubanos: la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.
Ahora, resulta que su último novio (ya llevan seis meses saliendo) es todo un deportista; lo mismo hace ciclismo, como skateboard, boxeo o submarinismo.  La última novedad es la escalada; no hay montaña que se le resista.
Pero es que Hortensia es fanática de la buena música, de andas vestida a la última con zapatos de fino tacón, las uñas con estrellitas, bueno, toda una chica exquisita.  No sé cómo se han enamorado, o así parece…
Ayer, la vi cuando Estebán la fue a buscar en su todoterreno. Estaba de lo más fashion, con sus pantaloncitos fucsia, zapatillas deportivas a tono, un pañuelo de lunares anudado al cuello: una preciosidad y, el tal Esteban, pantalones deshilachados, zapatillas mugrientas y una gorra de sabrá Dios qué color.
Como estaba lloviznando, pensé: se va a poner horrenda con ese fango de los senderos de tierra, ojalá que no se resbale por esas empinadas cuestas, en fin, me quedé muy preocupada.  ¿Le será tan difícil a Esteban darse cuenta de que Hortensia tiene otros gustos y que los deportes no son lo suyo?.
A la noche, Hortensia pasó a saludarme y, dicho y hecho, traía la cara sucia de lodo, las piernas rasguñadas. Ay, pensé, pobre mi amiga, esto va mal.
Oye, me dijo, ¿sabes la última de Esteban?  Sabrá Dios, contesté.  Pues mira, me llevó a escalar por El Ávila pero llovía, casi me deslicé por una vereda y no le importó, me pasó por el lado corriendo y riéndose y me gritó: te espero en la cima, yo me sentí morir y, como pude, con el corazón saliéndose del pecho, decidí llegar hasta allá para decirle las cuatro cosas que se merecía, por desonsiderado.  Cuando llegué, lo encontré sentado sobre unas piedras, con un enorme ramo de flores de Galipán en una mano y en la otra, una tarjeta que, entre lágrimas, pude leer, y decía:

¿Te casarías conmigo…después de todo?



miércoles, 23 de octubre de 2013

LOS GATOS DE MARÍA De Esther Morales






Estábamos ateridos de frío en el balcón mientras entraba la lluvia inclemente con ráfagas de viento helado. Ya no podíamos soportarlo más y por más que aulláramos, María parecía no vernos, ni sentirnos,  estaba ausente como si estuviera soñando con un dolor escondido en el sótano de su memoria. Siempre se quejó de ese dolor de cabeza que  sale a flote en tardes como ésta para alejarla de nosotros que estamos tristes a merced de la tempestad.



EL DOLOR DE MARÍA De Maruca Morales



Me llamo María, tengo 60 años, ¿verdad que no lo parece?, aunque nadie conoce este dolor que tengo escondido en el sótano de mi memoria. Es tan profundo que nunca se me va a ir, aunque crean lo contrario. Los dos gatos que tengo me dan alegría, me miran aullándome desde el balcón. Yo los miro como se bañan, ateridos de frio y siguen jugando.

En fin, la vida es un sueño y hay que vivirla aunque tengamos algún dolor, porque  por mucho que  el vecino sepa mi vida y me dé consuelo, el pesar no se va.


NOSOTROS, LOS GATOS De Roberto



Amanece un día gris, lluvioso, de los que encogen el alma y en los que las penas caen como pesadas losas sobre el corazón.
María está triste; destilan melancolía sus ojos, sus gestos. No habla. Ausente, tras la puerta acristalada, llora en silencio. Lo sabemos, lo percibimos. Compartimos su pena inconsolable aunque ella lo ignora.
Llegamos hace ya tiempo, muy muy pequeños, y desde entonces no conocemos otro hogar que éste: nuestro pequeño universo de caricias, ternura y juegos. Somos Lucas y Joël; así nos llama a pesar de ser felinos. Y aunque alguien diría :”¡Bah! ¡Simples mascotas….!, nuestro enérgico maullido lo niega: éramos algo más. Formábamos parte de sus vidas. Ellos nos adoraban.  Éramos el centro de su atención hasta que una tarde algo ocurrió. Cambiaron nuestros destinos: el nuestro y el de ella.
Él decidió marcharse un día como éste: frío, desapacible, de aguacero. Ella permaneció inmóvil quedando sola, muy sola; abandonada a su suerte como una muñeca rota.
María  llora. En días como éste, aprieta los dientes para no gritar…, y llora. Nosotros la observamos. Quisiéramos decirle que no sufra, que cuidaremos de ella, que ronronearemos hasta que caiga dormida, que pronto todo pasará, que la comprendemos. Pero no halla consuelo.
María ha dejado de llamarnos. Quizás porque somos los únicos testigos mudos de su tragedia, porque somos parte de una realidad que le hace daño, mucho daño, o porque una parte de nosotros también se fue con él.
Nos asfixia esta congoja. Nos sentimos desamparados, huérfanos. Ya nada será igual. Y ella nos mira. Mientras, afuera hace frío; y ahogando nuestros maullidos, la lluvia nos empapa detrás del cristal.








EL VECINO DE MARÍA De. Carmiña Gohe



El vecino que vivía frente al edificio de María la conocía bien. Habían estudiado en el mismo colegio y él sabía en ese entonces cuales eran sus planes de futuro. Siempre le comentaba que le gustaban los animales, así que iba a estudiar veterinaria.
Pasó el tiempo y un día este vecino, que vivía un piso más alto, vió a una mujer que le  recordó a María, cogió sus prismáticos y desde ese día, con muchísimo cuidado, la observaba.  Así, fue notando  que María no era feliz. Años atrás, sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico, así que se quedó solo con ese dolor y junto a ese dolor otro, pues no había podido cumplir el deseo de ser veterinaria.

Un día que llovía mucho, María veía a sus únicos amigos: sus dos gatos, en el balcón, pero no hacía nada para abrirles la puerta y que la lluvia no los mojara ¿Qué le estaba pasando?.



TRAS LAS PAREDES De. Alicia Carmen



Pobre María, está en uno de esos días tristes que le dan y como su vecina que soy debería ir a llevarle unas galletitas y prepararle un rico chocolate, porque sé muy bien que cuando no le hace caso a sus queridos gatos, y peor hoy que los deja mojarse de esa manera, es que de verdad está muy mal.
Seguramente los truenos, los relámpagos, la lluvia que no cesa le recuerdan el día que su hija la abandonó. Hacía este mismo clima atroz pero, desde aquí, oí sus gritos: Hija no me dejes sola, prometo no ser una carga para ti. Soy joven, superaré la ausencia de tu padre. Prometo no llorar más.¡Siempre voy a sonreír aunque no tenga ganas!.
A pesar del estruendo de la tormenta oí la respuesta de la hija.

-Es tarde mamá. Yo me voy a vivir mi vida. Si no supiste conservar a mi padre a tu lado no es mi culpa. Ahora aguántate y cuida a tus gatos que es lo único que te queda.



EL GATO De Maruca Zamora


Es muy angustioso ver sufrir a un animal sobre todo si tienes 8 años porque en esas  edades los niños se identifican mucho con ellos.
Andrea vivía en un pueblo. Su madre le había encargado que fuera a casa de su tía a llevarle un mensaje.  Era invierno, el día estaba muy frío, había llovido toda la noche, pero tenía que ir antes de irse a clase. Para acortar camino, cogió una vereda. De pronto, escuchó unos maullidos y vio a un gato amarrado por el cuello a un árbol. El pobre animal temblaba de frío, todo mojado y maltratado. Andrea sintió mucha pena y trató de ayudarlo pero no pudo. El gato se puso a la defensiva; quizá pensó que le harían daño.  Ella decidió buscar a sus primos que eran mayores,  para que la ayudaran a soltarlo.  Al decírselo, ellos se rieron y le contestaron que el gato estaba castigado por mal comportamiento.  Se había subido al cañizo del queso y se lo había comido.
 Viendo que no la ayudarían, decidió intentarlo ella de nuevo, pero cuando llegó comprendió que el pobre gato de tanto intentar soltarse la cuerda, se había ahogado. Llorando, llegó a su casa y se lo contó a su madre, quien después de escucharla y consolarla, le contestó si era así ya no había nada que pudieran hacer.
-Pero eso es una mala experiencia que debes recordar, el no maltratar a los animales, nunca debe haber una razón para hacerlo.

Aquella imagen del gato con los ojos abiertos que parecía que me miraba me acompañó mucho tiempo.



LA VECINA De. Juani Hernández





A través de  mi ventana, veo a esa mujer de la casa de enfrente, tengo entendido que se llama Mariana o María, algo así, parece que tenga más o menos mi edad, 50 años o  más, estoy segura que tiene una vida “oscura” ¡todo el día con esos gatos!; su expresión es de amargura ¡algo esconde! Nadie lo sospecha, sino yo.  Se le nota cuando mira al cielo, está como ausente; sobre todo en estos días tan fríos y lluviosos. Desde luego, de lo que estoy segura es que es una mujer fría  e indiferente; pues tiene a esos gatos muriéndose de frío en el balcón, a la intemperie, empapados de agua, y no hace nada por remediarlo.




HISTORIAS DE AYER De. Clotilde Torres


No se asustó para nada  al ver su imagen reflejada en las ventanas de aquella pequeña estación de metro.
A su memoria acudió su primer afeitado, su cara reflejada en el espejo.  Estuvo a punto de volver la cabeza, le pareció que alguien estaba detrás de él, cuando se dio cuenta de que era su propia imagen, el corazón  se le escapaba del pecho, se cogió la cara con las dos manos, se la palpaba por todas partes, entonces fue cuando volvió la espalda al espejo; una voz le sacó de aquella pesadilla
- ¿Le ayudo a llevar la maleta señor?
-¡Déjala!- Dijo con muy mal gesto
- Perdone, pensé que necesitaba un taxi.
- No, voy caminando, hace muchos años que no estoy en mi ciudad.
Levantaba la cabeza a cada paso, todo había cambiado mucho. Le parecía que había pasado media vida.  Había pasado su juventud en una guerra injusta que no entendía y allí estaba.
Bajó silenciosamente por la calle mayor; el reloj de la iglesia daba la hora.

Una hora muy torera para España; las cinco de la tarde. Espero que jamás vuelvan esos recuerdos a mi memoria.



INCONDICIONALES De Carmen Garcés



Otro día gris, triste y lluvioso.
Cuando amaneció, ya  sospechábamos lo que iba a acontecer hoy, sí, porque nuestra dueña, nuestra querida María, vuelve a estar triste, como tantas tardes lluviosas como ésta.
Somos sus gatos Mi y Au, sus adorados gatos siameses, esos que, en días normales, llenamos su vida de alegría. Pero, cuando llegan éstos en los que sus recuerdos y su dolor vuelven a ella y le golpean en lo más profundo de su ser; esos días, en los que ese dolor, que para todos parece haber desaparecido, emerge a la superficie y la anula para sentir amor; parece que desaparecemos de su vida, de su mente y creemos que hasta de su corazón. .
Y aquí estamos, abandonados en el balcón, empapados por la lluvia y ateridos de frío; llamándola, sin que ella -hundida en su tristeza- pareciera darse cuenta de nuestro sufrimiento;¡nos mira pero no nos ve!. Nosotros maullamos y maullamos hasta quedarnos sin aliento, a ver si nuestros maullidos la hacen reaccionar  para sacarnos de esta situación, pero ella parece no escucharnos.

Y así seguimos, esperando pacientemente a que  pase este día, para que nuestra María vuelva a ser la misma de siempre, y así poder darle nuestro cariño, compartir su tristeza; hacerle sentir que siempre estaremos a su lado, pase lo que pase, y esté como esté,  porque nuestro amor hacia ella siempre será incondicional.



lunes, 21 de octubre de 2013

LA BICICLETA de Juani Hernández



(Dedicado a mi hermana y primos)


Era un barrio como tantos otros de la ciudad.
Los vecinos se conocían por sus nombres y apellidos, y como no, “por los apodos” de generaciones pasadas. La verdad éramos como una gran familia, todos cuidábamos de todos; nos apreciábamos, nos queríamos.
Los niños,  jugaban en la calle con toda libertad, (los padres en ese tiempo educaban a sus hijos en el respeto y la consideración...) igual que ahora...bueno mejor no comentar.
Los juguetes brillaban por su ausencia, y desde luego, los electrónicos o de pilas no existían, sólo había de madera, cuerda o fricción, eso sí, no teníamos problemas; eso se suplía con ingenio y creatividad.
Aún recuerdo como mi hermana Nancy y mi hermano Tomás, que eran los mayores, están siempre elucubrando  que hacer para entretenernos y para reunir un poco de dinero extra.
Solíamos ir con frecuencia al Parque García Sanabria de Santa Cruz, que se encontraba cerca de nuestra casa, y recuerdo un pequeño negocio de alquileres de bicicletas que con cincuenta centimos (media peseta) alquilábamos una y pasábamos la tarde de un extremo al otro de la preciosa rambla de Las Tinajas. ¡Que tardes tan alegres!.
Yo siempre me he preguntado de donde sacaban ellos dos, el dinero para eso. Ellos tenían una complicidad especial, (sobre todo para hacernos trastadas a los primos menores). Se les ocurrían las más diversas cosas para ganar unas pesetitas.
Recuerdo que colgaban una cuerda en el frente de nuestra casa y con pinzas de la ropa ponían cuentos en alquiler, o como decíamos “colorines” que mi abuela Juliana nos mandaba en paquetes desde Venezuela. Y lo mismo compraban unas pastillas de limón o menta y las vendían al doble de lo que les había costado, desde luego eran unos gangocheros…¡Claro, ahora caigo era de esa forma que sacaban el dinero para alquilar la bicicleta!! Así que gracias a nuestra afición por la lectura, disfrutábamos de aquellos bonitos paseos en bici.

Que historias las de ayer….Que tardes tan bonitas. ¡Que alegres vivíamos!.




HISTORIAS DE AYER de Carmen Garcés




Al pasar de los años, solemos echar la mirada atrás en el tiempo; recordamos situaciones de nuestra  vida,  generalmente aquellas que nos causaron felicidad, y que nos hacen emerger sentimientos muy variados.
Rememoramos imágenes en nuestra mente, como si hubieran ocurrido ayer, transportándonos a lugares remotos y queridos. Todos hemos sentido esta sensación en algún momento, es algo que no podemos evitar. Viajamos a nuestra niñez, a nuestra adolescencia y según el tiempo que hayamos vivido, a nuestra vida adulta.

Al llegar a la vejez, esta inclinación al recuerdo parece hacerse más frecuente, más intensa, tal vez con el fin de no perder en el tiempo todo aquello vivido, o quizá para revivir de una forma más feliz o más consciente esos momentos, que, posiblemente en su momento, no se les dio gran importancia. Entonces aumenta la necesidad de contar, de transmitir a los más allegados todas aquellas vivencias, a veces un poco deformadas al ser vistas con los ojos del tiempo y la distancia;  y así, vemos a nuestros padres, a nuestros abuelos, como un día cualquiera de nuestra vida, sentados a nuestro lado, nos cuentan sus historias, todas ellas.. Historias de ayer.



LO IMPORTANTE ESTÁ DENTRO de Maruca Zamora






Es el error que cometemos; siempre nos guiamos por lo que apreciamos a primera vista, no nos paramos a comprender que detrás de esa apariencia no tan llamativa puede haber otros encantos.
Debemos observar, y fijarnos en las cosas y las personas que vemos. Entonces verás que son diferentes, son amables, sinceras, acogedoras, siempre dispuestas a colaborar y ayudar al que lo necesite.
También, si observas el paisaje; acércate, no lo veas de lejos puede que te lleves una sorpresa, si te detienes a observarlo de cerca  verás la belleza que posee, no siempre hay que quedarse con la primera impresión.

No vale lo que una vez oí:  si esto es lo que hay, de aquí me devuelvo; a lo que yo le contesté: no, vale la pena que sigas, que lo veas, que lo conozcas, que aprecies sus paisajes y la amabilidad de sus gentes, siempre solidarias.  Esto diría yo de mi isla El Hierro y sus gentes, como podría hacerlo también de cualquiera de nuestras islas.




EL PARAÍSO IMPERFECTO de Maruca Morales






Sí, su paraíso era imperfecto aquel día,  porque la comida no estaba hecha para cuando los padres llegaran de trabajar en el campo; no tenía suficiente leña con la que avivar el fuego para terminarla.  Empezó a buscar y encontró bastantes troncos para poner en la chimenea.  La vio arder hasta  que el humo casi llegaba al cielo.  Sus  padres la felicitaron porque al fin logró terminar de hacer el almuerzo.  Cuando los dos le dijeron que la comida le había quedado muy buena, sintió que subía por los aires, como el humo de la chimenea.  Finalmente, su paraíso volvía a ser perfecto.


CULPABLES de Zuleima Reyes


Recorrían el camino de la perdición, acercándose cada vez más a la locura. Su paciencia se terminaba al trazar aquellas curvas tan complicadas; aquellos altibajos y aquellos recónditos lugares jamás vistos.

La mejor de las sonrisas iluminó su mirada cuando el estrecho recorrido llegaba a su fin; se hacía evidente que los únicos culpables de ese acelerar de los latidos eran… aquellos besos.


HISTORIAS DE AYER de Roberto



Nuestros sentidos nos trasladan en ocasiones a otros tiempos, otros lugares. Nos hacen revivir sensaciones que creíamos sepultadas en el tiempo, revelándose tan nítidas y claras como la primera vez.

Recuerdo el aroma del aceite de limón que recorría cada rincón de la casa y que anunciaba la inminente llegada de nuestra tía, con su lebrillo bajo el brazo dispuesta a elaborarnos sus exquisitas rosquillas que tanto nos gustaban; ¡una auténtica fiesta!
De repente, oímos una canción que nos traslada a momentos de nuestra infancia, estrofas que mi madre tarareaba mientras hacía las tareas del hogar.
Melodías de nuestra adolescencia que ruborizaron nuestro corazón tras el primer beso, al son de una balada en la gramola y arropados por la tenue luz del guateque.
Otras veces, son las papilas gustativas las que nos traen recuerdos de otros tiempos: un sabor antiguo, como a campo, alrededor de una mesa con nuestros seres más queridos.

En fin, viejos aromas, melodías y sabores que nos cuentan historias de ayer.




VOLVER A EMPEZAR De Alicia Carmen


Siempre he querido mucho a mi amiga Regina, nos conocemos desde muy niñas y estamos estudiando juntas.
-Amiga –le  dije este fin de semana – ven  a mi casa y repasaremos en paz pues estaremos solas,  acuérdate que el lunes es nuestro examen final.
-Ay, cuanto lo siento –me contestó –pero   Ricardo me ha invitado a pasar esos días con él en la playa.
-Pero… como?  si debes prepararte a conciencia!
-Oh amiga, es que él me ha dicho que tiene el examen que presentó su prima hace dos años y seguramente será el mismo que nos tocará a nosotras, lástima que no lo puedo compartir contigo.
Pues vaya –pensé yo -como se atravesó un chico, ya la amistad no es la misma.
Bueno, estudié sola y el lunes amanecí de color verde de la angustia y Regina con un color precioso adquirido en la playa.
Al final del examen nos encontramos y los colores eran diferentes; yo estaba feliz y sonrosada pues creía haber salido bastante bien, pero Regina estaba de un color verde que me impresionó.
Me miró muy triste y me explicó:
-Sabes amiga, te diré algo que dicen los filósofos:
-Si? Le contesté y que será?
-Cuando creí saberme todas las respuestas, me cambiaron las preguntas!
-Así que tú pasarás el curso y yo… a volver a empezar!






EN EL RECUERDO. De. Esther Morales



Sabana adentro, en los llanos centrales venezolanos, Barinas,  estábamos disfrutando de unas vacaciones en la finca de un familiar, a unos mil kilómetros de Caracas.  Se encontraban en plena zafra, la recogida de algodón y, por ese motivo,  la finca se llenaba de gente que aparecían en tiempo de la cosecha y desaparecían cuando ésta terminaba.
Venían por veredas o trochas, como las llamaban allá, procedían de la cuenca del Orinoco colombiano y venezolano porque para ellos no existían fronteras. Iban caminando, noche y día, hasta encontrar el trabajo que buscaban.  Eran morenos, casi de tez negra y bastante primitivos, dado que nunca habían recibido educación, y muchos no conocían lo que era una ciudad.
Recuerdo a la cocinera, que tenía una destreza especial para lidiar con las tareas de preparar comida para tanta gente.
En los patios y alrededores se criaban gran variedad de gallinas, patos, pavos y otras aves que andaban cacareando por todas partes.
Para la cena mandaban a la cocinera a matar una gallina. Mi asombro fue enorme cuando vi como la mujer cogía una gallina y, apoyando la cabeza en un tronco que había en medio del patio, agarró un machete de más de un metro y la decapitó de un tajo.  En el acto empezó a desplumarla y en un segundo la tenía de nuevo en el tronco y, machete en mano, la abrió por la mitad, le sacó las vísceras y la descuartizó. Y en todo ello, tardó menos que yo en contarlo.

Pobre de mí; mis ojos eran como el dos de oros. Yo pensé como ésta mujer me persiga con el machete, con la carrera que doy, del tiro llego a Caracas.





jueves, 10 de octubre de 2013

SOBRE LA HIERBA de Roberto



Me despierto en un azul inmenso, claro, diáfano y luminoso.  Figuras blancas, etéreas, de metamorfosis cambiante flotan y se contraen; se dilatan ante mis ojos. En movimiento continuo, como si jugasen con el viento, se transforman en caprichosas figuras que estimulan mi imaginación.
Por un breve instante, no sé dónde me encuentro hasta que mi conciencia se recupera paulatinamente y reconoce un entorno que hasta entonces no me era familiar.  Poco a poco bajo la vista y tropiezo con el skyline de la ciudad: reconozco edificios, las chimeneas de las fábricas y, más abajo: árboles, risas, voces…..

¡Silencio! A mi alrededor otras conciencias dormitan, también, sobre la hierba.




AQUÍ ESTOY de Juani Hernández


El otoño es una de las estaciones del año que recibo con más alegría porque despierta en mí renovadas emociones. Quizás se deba a que el bochorno veraniego me fatiga en gran medida y sólo tengo ganas de darme un chapuzón en el mar.  No quiero decir con esto que no me guste, todo lo contrario; solo que cualquier actividad me cuesta un gran esfuerzo, y me da pereza empezarla.
No es solo el frescor, desde luego, lo que me hace sentir bien; son sin duda los bellos efectos que los atardeceres provocan en mí, con sus esplendidos colores, los azules, rosas, y los luminosos dorados, que enmarcan el horizonte de nuestros bellos paisajes canarios, como si se tratara de las más inspiradas  creaciones de un pintor.
En mi paseo diario, suelo caminar lentamente; no quiero perder ni un instante de cuanto acontece , observando todo con curiosidad renovada, absorbiendo los colores con deleite…, los castaños cobrizos, ocres, naranjas, bermellones, que las hojas de los árboles en otoño nos brindan, que cualquier pintor que se precie querría tener en su paleta de colores, envolviéndolo todo con una calidez entrañable, de experiencias vividas..., añoradas de pasadas estaciones.
Agradezco al “universo” que,  en el otoño de mi vida, sea consciente de tanta belleza.
Y, aquí estoy, disfrutando de mi joven joven estación, degustando la vida en todas sus facetas.




LA TORRE de Carmen Garcés



Sara caminaba sin prisa por las viejas calles de la ciudad, se sentía especialmente contenta y emocionada, por fin había llegado el día que tanto había esperado. Llevaba ya un rato andando cuando por fin la distinguió a lo lejos, allí estaba, como siempre, en pie, hermosa, como si vigilara el horizonte.
Subió la calzada de piedra, ancha y empinada y llegó por fin junto a ella…a La Torre, “Su Torre”, aquella que, de pequeña, veía a lo lejos cuando miraba al mar. Le parecía  más imponente que nunca, allí, observándola  desde su base,  se alzaba majestuosa, con sus gruesos muros de piedra y sus 57 metros de altura, así que   le apeteció imaginarla como un gigante, enorme y poderoso, vigilando y protegiendo la ciudad que tenía a su espalda.
Caminó hacia la entrada, sintiendo una sensación de pequeñez   y pasó por la vieja puerta de madera, castigada por siglos y siglos de vida. Una vez dentro, se sintió transportada a otra época; dentro de aquellos muros se respiraba historia y ella se dejó llevar por aquella sensación.
Por unos momentos se vio transformada en una bella dama medieval, cautiva en esa torre, esperando ser rescatada por su galante caballero, a lomos de su blanco caballo. Según subía por los estrechos y empinados escalones, se sentía más en su papel; cuando se detenía para tomar aliento en alguna de las pequeñas ventanas de los muros,  se imaginaba barcos celtas fondeados en la bahía, descargando los tesoros que traían después de volver de alguna batalla. Así, imaginándose caballeros, batallas y doncellas llegó hasta la cima de la torre.

Cuando logró recuperar el aliento, que había perdido por el esfuerzo del ascenso, se asomó al parapeto y observó el paisaje.

Era la primera vez que, desde las alturas, podía ver la ciudad en la que había crecido los primeros años de su vida y  quedó maravillada y emocionada.

Al marcharse, cuando bajaba por la pendiente de piedra, volvió su mirada una vez más hacia la torre y pensó que, si la vida se lo permitía, volvería otra vez a visitarla, seguro que sentiría nuevas emociones, tan inolvidables como las que había sentido ese día.






martes, 1 de octubre de 2013

UNA HISTORIA REAL de Alicia Carmen



Recuerdo que esa tarde estaba yo instalada frente al televisor, viendo mi novela favorita, cuando de repente oí un timbrazo que me sacó abruptamente del embrujo de las calles laberínticas de la Medina, en Fez, una ciudad marroquí maravillosa donde se desarrollaban los estrambóticos acontecimientos que me tenían embobada.
Me asomé a la ventana y vi a mi vecina con una tarjeta en la mano.  Cuando me la entregó me dijo:
-Es una invitación para tus hijos pues mi hijo menor está cumpliendo doce años y lo vamos a celebrar el sábado.
Yo me quedé perpleja, pues sabía muy bien que sus cinco hijos eran mayores de esa edad.  Ella, al ver mi expresión, me lo explicó.
-Sabes, acabamos de adoptar a un niño indígena y va a cumplir doce años.
-Te felicito –contesté yo, inmediatamente.
Así fue como el sábado siguiente, al acompañar a mis hijos, conocí a Richard.
Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta de que el niño era invidente.  Ese detalle no me lo había contado mi amiga.  Me pareció que este hecho aumentaba la generosidad de estas personas y recuerdo que me sentí muy conmovida, sorprendida y agradecida a Dios por estar rodeados de tan buenas personas, sin habernos dado cuenta.
Pocos días después, leí un artículo en el periódico que se refería a la adopción de un niño indígena invidente.  Lógicamente, se trataba del caso que yo acababa de conocer.  Allí explicaban que el niño Richard pertenecía a una etnia indígena guajira y cuando estaba pequeño sufrió un accidente.  Un familiar que era cazador fue a dispararle a un animal y el arma de fuego explotó y unos residuos fueron a dar a los ojos del niño que andaba cerca.  El resultado fue una ceguera permanente.  Un sacerdote alertó de que el niño, debido a su discapacidad, iba a ser marginado del grupo étnico.  Por ello, fue adoptado por nuestros vecinos.
Siempre vi mucho amor de parte de sus cinco hermanos y por supuesto, de sus padres.  Cuando se mudaron, perdí el contacto, pero hace poco tiempo me encontré con una de las hijas y le pregunté por la familia y ella me explicó.

-Pues mire, mi papá falleció, todos los hermanos nos hemos casado.  Unos cuantos viven en el exterior y mi mamá está enfermita, pero no, no se preocupe, no está sola; ella vive muy feliz con mi hermano Richard.



¿DÓNDE? de Águeda Hernández




Queridas amigas:
Después de unas prolongadas vacaciones, con sonrisas y alguna que otra lágrima, nos encontramos de nuevo en el sitio donde tanto deseábamos llegar.
¿En que lugar sino aquí, abrazaría a tantas amigas?  La única manera de sembrar la felicidad es compartirla con alguien.
¿Dónde conservaría el alma joven, sino  en medio de un grupo donde hacemos un desfile de modas semanal y aunque siempre me vista de la misma manera, oír decir que mi vestido es bonito?
¿En qué otra parte sino aquí, me abrazaría a una jovencita que me dijera que me quiere como a una abuela?
¿En qué otro lugar tendría el privilegio de que una joven señora, el segundo día de clases, me dijera mirándome fijamente que yo le recordaba a su madre por mi parecido con ella? No olvido sus ojos vidriosos que me hicieron entender que ya no la tenía con ella y como nos fundimos en un abrazo.
¿Dónde más podría nuestra profesora, guiar en la escritura de las primeras letras como narradoras de algún buen relato y quién sabe si un libro?
¿En qué otro sitio derramaría lágrimas de alegría por dar comienzo a un año más de relaciones felices, entre cuentos, poesía y palabras?





RESORTES de Esther Morales





Fue el primer trabajo a jornada completa que tuve, con apenas quince años.  Tenía de compañera a una chica llamada Carmita, con apenas un año más que yo.  La dueña de la peluquería era una chica gallega que no tendría mucho más allá de veinte.
Un día, aparece en el negocio una señora trinitaria junto a una joven que al parecer era su sobrina.  Nos indicó que le laváramos la cabeza y le pusiéramos los rulos.  La señora hablaba español, aunque no muy bien, y su sobrina  no abrió la boca.
Mientras le lavaba la cabeza, Carmita no paraba de reír pues decía que el agua no le entraba en el pelo por mucho que la mojara.
-¡Ji ji, j aja! ¡no le entra el peine! –decía mientras levantaba un mechón y trataba de estirarlo.
-Parecen resortes –siguió diciendo entre risas.
La chica, cansada de tanto juego y tanta risa a su costa, de pronto, se levantó y dijo:

-¡Yo sí hablo español!



EL SILENCIO de Juani Hernández



Elena amaba el silencio.  De esta manera podía cavilar acerca de su vida y de cómo ella la entendía.  No se atrevía a expresar en voz alta sus inquietudes, no fuera que la tacharan de ingenua, o aún peor, de débil mental.  Pensaba para sus adentros si las demás personas verían la vida con los mismos ojos que ella la veía… Se decía a sí misma que la verdad y la realidad son relativas.
Elena continuó preparando el desayuno. ¡Qué bien, lo tomaré en mi pequeña terraza, al sol! ¡Uf, qué aroma tan agradable tiene este café!.  Acercó la taza a su nariz para poder apreciarlo mejor, después colocó la bandeja sobre la pequeña mesa y se dispuso a desayunar sin prisa, después de todo, lo tenía todo hecho…
¡Qué fresca y agradable era su terraza de la playa, eso sí, era ruidosa pero que muy ruidosa.  Solía pasar muchas horas en ella, mientras hablaba con su plantita, una especie extraña, no sabía de qué país, al tiempo que reflexionaba sobre filosofía, economía, política y hasta temas sentimentales.  ¡Qué terraza tan ruidosa!
Bueno, la verdad es que a ella el ruido no le molesta, solo la inquieta ese ruido interior que siempre la acompaña y que es tan difícil de silenciar.  A cada pregunta que se contesta, surgen nuevas preguntas que hacer: que quién soy, que de dónde vengo, que hacía donde va, que por qué tenemos que sufrir tanto en esta vida…
Elena pensaba en los innumerables libros, charlas, conferencias de reputados humanistas, sin contar el dinero gastado en ello… y en los iluminados de turno.  Recuerda a una chamán mejicana, empeñada en que tomara no sabía qué brebaje.
Después de tanto tiempo y tanto recorrido, ahora sabía que de cada situación que la vida le presentaba, ella aprendía, por dolorosa o alegre que fuera.  Detrás de todo, se escondía siempre un profundo aprendizaje, una información importante para su crecimiento personal.  Sabía que no debía dejar pasar la ocasión, por mínima que esta fuera, sin pararse a meditar sobre ella…
El silencio y el ruido son la misma cosa, vista desde diferentes perspectivas.  Todo esto y más debatía Elena con su plantita, sentada en la pequeña terraza.  Ella no la juzgaría, ¿ y los demás?, no lo sabía.






EL OLVIDO de Maruca Morales





Carmen salió una tarde a disfrutar de un helado junto a una amiga.  Ya en camino, de pronto, se acordó de algo, tenía que regresar corriendo a la casa pues había dejado la cocina prendida.  Corría peligro de incendiarse el edificio y así se lo comentó a su amiga.  Vamos rápido, le contestó ésta, el helado lo dejamos para otro día.
Cuando Carmen llegó a la casa, lo que vio le hizo pensar que se estaba volviendo loca.  La amiga la tranquilizó diciéndole que esos lapsus le ocurren a cualquiera y que no era cuestión de salir corriendo para visitar a un psiquiatra. 

Había dejado la cocina perfectamente apagada y no había ocurrido nada.



EL RECORRIDO de Carmiña Gohe



Carlota, elegante, rubia y con ojos azul claro,  salió de casa como hacía a diario.  Abrió la puerta y Ringo, su perro fiel, se puso a su lado.  Caminaron y al llegar a la parada, ella puso atención a los ruidos del tráfico.  Pasaron tres autobuses y cuando uno de ellos paró y el chofer grito línea 82, hacia Morillo y Carvajal, Ringo tiró de la correa.  Subieron y Carlota se sentó; el perro a su lado.

Carlota iba a trabajar a un centro de niños disminuidos.  De regreso a su casa, la misma operación.  Ya fuera del autobús y en el trayecto a casa, al pasar por la panadería, pensó que debía comprar pan y buñuelos.  El olor era fuerte pero muy bueno.  A unos treinta pasos, comenzó a llegar hasta ella el aroma de las rosas que tenía plantadas en su pequeño jardín.  Ringo subió los escalones que los separaban de la puerta.  Carlota pasó la mano por los números y comprobó que era el 225.  Estaban en casa.  Abrió la puerta y entró enseguida, seguida de Ringo.  Al día siguiente harían lo mismo.




ONCE LÍNEAS de Maruca Zamora




Iban a todas las partes del mundo y yo no sabía hacía donde me tenía que dirigir, si tendría que hacer enlaces con otros vuelos.  Pensar en cómo mover aquellas maletas tan pesadas me producía fatiga.  Al final, decidí hacer como los demás; tratar de salir de aquel infierno de gente, maletas, prisas e interminables filas.  De todas formas, en el momento del embarque, me equivoqué y en vez de el de Tenerife, cogí un vuelo a Teruel, se ve que no miré sino la primera letra y entré sin más al avión sin que nadie se percatara de mi equivocación.  Cuando la azafata habló, comprendí mi error pero ya ni modo,tenía que continuar el viaje y devolverme en el siguiente vuelo que encontrara. Logré llegar a mi destino: Tenerife y las once líneas impuestas para este relato.



LA PELÍCULA de Eva Mª Sacramento Delgado




Yo tenía alrededor de diez años cuando vi una película antigua que llamó mucho mi atención, sobre todo porque en ella aparecía un niño más o menos de mi edad, con un maravillosos ojos azules, ¡tan intensos y brillantes!.  Estaba escondido detrás de una columna, viendo como los romanos acababan con todo.
Hoy en día, ya adulta, sé las razones por las cuales esta película me cautivó.  Primero, porque mi color favorito es el azul.  Segundo, cada vez que veo a una persona, chico o chica, lo primero en que me fijo en su mirada y tercero, ahora entiendo porque me puedo quedar horas contemplando el azul del mar; no sólo por la belleza de la naturaleza sino también porque me recuerda a los ojos más bonitos y penetrantes que he visto en toda mi vida.
La película se llama Jesús de Nazareth, de Franco Zeffirelli y sigo viéndola cada año por Semana Santa, sin excepción.  No quiero saber cómo se llama el actor ni cuantas películas ha hecho.

Si la gente me preguntara que rostro o que mirada le pondrías a Jesús, diría que es esa, la de aquel niño tras la columna de la película.