jueves, 30 de agosto de 2012

LA ALEGRÍA DE MARIO de Maruca Zamora





Después de haber tenido una vida organizada y feliz, empezaron los problemas económicos y familiares.  Su esposa, un día, decidió irse de casa, más tarde se divorciaron.  Los niños quedaron con él, por resolución judicial, y esto enfureció a Julia, su ex-mujer.  Juró que se vengaría, así que, un día sacó a los niños del colegio y desapareció con ellos.
Mario, desesperado, hacía cuanto podía para encontrarlos y, sin éxito, la tristeza lo invadía cada vez más.  Su situación económica tampoco mejoraba, lo cual no le ayudada precisamente en la búsqueda de sus hijos.
El tiempo pasaba y con el paso de los meses, terminó conformándose.  Se sentaba a la orilla del mar, frente a su casa y miraba hacia el horizonte, repitiéndose que algún día los encontraría.
Una tarde, sentado frente al mar esperando no sabía qué, le entregaron una carta.  Fue tal la emoción al comprobar el remitente que no podía ni abrirla.  Miraba y miraba la carta, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro curtido y envejecido por los años.  Al fin la abrió.  Era su hija quien le escribía desde otro país.  Le informaba que se casaba y le decía que le haría mucha ilusión que su padre la llevara al altar.  Le enviaba un pasaje y le pedía perdón por no haberse puesto en contacto con él, aunque le habló de las causas y las circunstancias que la habían motivado…  Nunca era tarde.  El día que tanto había esperado, estaba allí.  No cabía duda de que había llegado el momento de tan ansiado encuentro.


AIRE de Maruca Morales





Ayer me fui a pasear porque hacía mucho calor y necesitaba respirar aire fresco.  Entonces, me acordé de un parque que había no demasiado lejos de donde estaba.  Uno lleno de árboles y flores, donde seguro podría llenar mis pulmones de aire limpio, en medio del frescor de las plantas.  Hacia él me dirigí y, como no tenía prisa, allí me quedé sentada, en uno de los parques más bonitos de Tenerife, uno donde si quieres saber la hora, puedes verla en un reloj lleno de flores de todos los colores.  Ya sabrán los canarios que me lean que estoy hablando del García Sanabria.

REVESES de Alicia Carmen




La vida no es fácil; eso lo sabemos todos pero, aquel día en particular, mi reloj despertador no funcionó, ¡claro! ¡si no lo había enchufado…! ¿qué podía esperar?.  Así es que se me hizo tarde y la guagua del colegio de los niños pasó de largo.  Todos se levantaron más tarde y, por supuesto, con el apuro, la leche del desayuno se derramó y el pan se tostó en exceso.  A mi marido le hizo poca gracia transportar a los niños al colegio, antes de irse a su trabajo y así me lo hizo saber.  Yo me quedé frustrada, pensando que ese día mi papel de madre y esposa resultó un terrible fiasco.  Para completar, la lavadora se puso en huelga y, cuando llamé al técnico, me informaron que se encontraba en el Sur y regresaría la siguiente semana.  ¡Qué desespero!  Las camisas de mi marido llevarlas a la lavandería y sabía Dios qué cosa haría con los uniformes de los niños porque mis hombros no estaban tan divinos para lavar a mano ese montón de ropa.  En eso estaba, cuando me di cuenta de que se me pegaban las cholas al piso y, ¡para mi horror!, me di cuenta de que la gata tenía diarrea y ni quiero recordar el reguero y el olor.  Con alivio, oí el sonido del teléfono, ¡qué sea una buena noticia!, pensé.  Pues sí, era mi amiga Luz Marina, a quien quiero como a una hermana, e inmediatamente le expliqué mis desventuras.  Como mi amiga es soltera y no tiene marido, ni hijos y tampoco mascotas, no tuvo claro cómo ayudarme y le dije, salgamos a distraernos un poquito pues esto parece un martes 13.  Como Luz Marina es algo pusilánime, no quiso meterse en problemas.  No, me dijo, estoy ocupada cuidando a mis padres y tú deberías afrontar los problemitas que tienes y no eludirlos.  Al colgar el teléfono, pensé: estaré sola todo el día, angustiada y pendiente de este caos, no señor, estoy joven y no tengo ganas de amargarme la vida, así es que me bañé y me perfumé y me dirigí al Corte Inglés.  Me probé ropa, zapatos, carteras, cholas y hasta un sombrero.  Y luego salí, de vuelta a casa y a mis problemas, con una bolsa de caramelo en las manos.




ROMERÍA Y GULA de Esther Morales





No me gusta estar gorda y menos mal que mi genética me acompaña y estoy medianamente tiposa aunque, de vez en cuando, pierdo la cabeza y no paro de comer, como cuando fui a la Romería de Las Carboneras.  Como me mandan, por prescripción médica, a comer cada cinco horas, me lleve mi bocadillo y mi fruta.  Fui a pie, claro, e hicimos un alto en el camino para comer.  Entrando al pueblo, me tomé mi vasito de vino y una vez en la romería no podía perdonar ver pasar las botas de vino herreño que tenían mis amigos, sin probarlo.  Más tarde, el bocadillo de chorizo perro, el huevito duro, aparte de las papitas arrugadas; no podía despreciar nada de lo que me entregaban.
Terminada la romería, fuimos a almorzar con el grupo de bailarines porque tenían la comida encargada: carne de cabra, pollo, garbanzas, más vino, postre, café…Total, que cuando llegué a casa tenía el estómago revuelto de tanta comida.
Tengo que confesar que mi mayor pecado es la gula.


miércoles, 29 de agosto de 2012

POR AQUEL CAMINO VERDE de Maruca Zamora




En una ocasión, estando de vacaciones con mi familia, me encontré el primer día del mes de agosto en un lugar donde no parecía estar en el lindo verano que acabábamos de dejar donde vivimos, sino más bien en medio de un invierno suave, con un verdor en los campos impresionante.  La casa que nos habían facilitado unos amigos para disfrutar de nuestra estancia, estaba en plena naturaleza, sobre una colina.  Al abrir las ventanas, podíamos ver aquellos valles verdes tan bellos, llenos de manzaneros; un espectáculo maravilloso.  Todavía hoy, lo recuerdo.  Desde la ventana, cogí unas cuantas manzanas pero pronto comprobé que eran muy ácidas pues eran las que se usan para hacer sidra.  Esa era la razón de que hubiera por allí tantas plantaciones de manzaneros.  Llegó la noche y nos dispusimos a descansar para continuar disfrutando al día siguiente de aquellos maravillosos paisajes.
Al levantarme, comenté con mi familia, que aquello se parecía a los parajes de la serie de Heidi, rodeados como estábamos por el intenso verdor de las laderas de las montañas.  Más tarde, observando la rutina de los habitantes de un pequeño pueblo cercano, me fijé en una mujer que, subida en un tractor, chuzaba las colinas.  Era la manera de llegar donde pastaban sus vacas.  Seguramente habría un camino que seguir pero, desde lejos, en medio de tanta hierba, yo no lo distinguía.  Dando un paseo por los alrededores, contemplamos la belleza de unos lagos entre las montañas y el nacimiento de un río.  Había agua por todas partes.  Era fácil entender la razón de tanto verdor.
Quedé enamorada de aquel paisaje y del pueblo con sus casas antiguas de labradores, sus caminos verdes y estrechos por donde, a duras penas, pasaba un vehículo y sobre todo, la amabilidad de sus gentes.  Algún día volveré.


EXTRAÑO de Lilia Martín Abreu

 Cuando subí al tren, el vagón que me pertenecía estaba completamente vacío aún.  Coloqué la maleta en el compartimiento, no sin antes sacar el libro que me brindaría compañía en un largo y tedioso viaje.  Tomé asiento junto a la ventana y me abandoné al placer de la lectura.  No llevaba mucho tiempo en ello, cuando sentí que la puerta del vagón se abría y emergía como de las tinieblas, un extraño hombre con gabardina y sombreros negros y una expresión embriagada de misterio.  Me miró como quien despierta de un trance, diciendo algo que no acerté a entender y se sentó.

Por esas casualidades de la vida o caprichos del destino tal vez, eso era exactamente lo mismo que ocurría en la historia del libro que estaba leyendo.  Un sudor frío recorrió todo mi cuerpo y me quedé petrificada en el sillón.
El hombre abrió lentamente un maletín y sacó una carpeta con unos papeles y empezó a escribir en ellos.  Y en medio de ese silencio tenso, con miradas socarronas de mi parte, yo no atinaba a comprender qué estaba pasando.  Era como si el destino estuviera jugando conmigo y lanzaba naipes inesperados sobre la mesa.  Mientras tanto, yo leía y veía como se repetía la escena leída, como por arte de magia, en la realidad.
Entonces, cerré el libro. Me armé de valor y le pregunté
-¿Hacia donde se dirige usted, caballero?-  Él me lanzó una mirada penetrante que me heló toda la sangre.  Tímidamente le expliqué
-Perdone, no es curiosidad, sólo que tal vez tengamos que compartir varias horas juntos.
Él permaneció imperturbable cuando me expresó escuetamente
-Yo voy al lugar donde nadie tiene pasado, ni futuro, ¿sabe usted dónde queda eso?
Yo negué con la cabeza mientras tragaba saliva y una profunda inquietud se apoderaba de mi ánimo.
Abrí el libro y me sumergí de nuevo en aquella inaudita coincidencia del extraño hombre del tren, sin esperar respuestas, porque no siempre las hay.

ESCRIBIR de Esther Morales





Escribir es una pasión.  Al poner nuestros pensamientos por escrito, queda algo de nosotras sobre el papel y, al mismo tiempo, nos sentimos más vivas y con más fuerza.  Comunicarse ha sido una necesidad vital para el hombre; sólo hay que recordar a los primitivos que dejaron en las cuevas donde vivían, las huellas de lo que hacían, pensaban y sentían.

Una vez leí algo sobre los habitantes de las tribus africanas, a quienes los primeros colonos blancos, les hacían escribir su nombre y su procedencia en un papel en blanco.  Sólo entonces existían para ellos. Ya eran alguien. 

ALGO PERDIDO de Águeda Hernández




-Hoy se me acabó el gel cuando me duchaba
-¿Y?
-Pues que tuve que salir de la bañera a buscar más y no había. Menos mal que encontré una pastilla de jabón que andaba por casa, ¿y sabes qué…?
-No
-Que me gustó usar la pastilla de jabón.  Me pareció práctica y hasta diría que más sensata que el gel líquido.  Ese jabón ya nadie lo nombra… ¿por qué?
-Hombre, no sé.  La gente no lo soportaría.  Los que nos pasamos al gel, ahora extrañaríamos pasar a la pastilla.  Lo dicho, no nos gustaría pensar en retroceder.
-Sí, es más práctico, incluso más  barato que el gel.  No sé en qué momento nos pasamos de la pastilla al chorrito de gel.
-Seguramente nos pareció más cómodo.  Tomas el gel que necesitas y ya
-Pasarla por el cuerpo no es igual.  La pastilla te deja la piel más suave y perfumada.  Su espuma me recuerda el mar cuando al romper sus olas en la playa, deja su arena bañada con su blanca espuma.  Fíjate que ahora viene a mi memoria el Heno de Pravia, Embrujo de Sevilla, luego más tarde Magno, y tantos y tantos más. Recuerdo que mi madre lo escamaba y lo esparcía en la ropa antes de guardarla.  ¡Sí! toda ella despedía luego aquella fragancia…
-¡Oh!, amiga mía, me conmoviste… ¿Y si resultase que simplemente hay que volver atrás en muchas cosas?.  Te prometo que a partir de ahora usaré tales jaboncillos.  Los tendré siempre en mi baño.  Será como recuperar algo perdido.
-Sí amiga, recordar es vivir…




EN MANOS DEL VIENTO de Alicia Carmen



Éramos bien pequeñas; mi amiguita Martha y yo apenas alcanzaríamos los seis años.  Pequeñas pero, muy intuitivas.  Las dos sabíamos que nos esperaban unas vacaciones muy aburridas.  Nuestros respectivos padres no podían costear nada mejor que una visita a algún familiar en un pueblo cercano y, nada más.
Eran tiempos difíciles y aun siendo tan pequeñas, lo asumíamos.  Así es que Martita y yo decidimos irnos de excursión por nuestra cuenta.  Mi amiga me tocó la puerta y dijo
-Mis padres duermen la siesta, ¿y los tuyos?
-No los veo, estarán en el patio
-Entonces, ¡Vámonos!
Era una tarde calurosa y caminamos y caminamos y ningún conocido nos vio.  Nos sentíamos libres, felices en manos del viento que suavemente soplaba a nuestras espaldas.
De repente, vimos un caminito de grava y como dos aventureras por allí seguimos.  Queríamos ver mundo y nos topamos con una arena blanca y el mar; ¡qué emoción! ¡qué paraje tan precioso!.  No podíamos casi respirar; habíamos encontrado un pedacito de paraíso terrenal.
Pero, una voz nos devolvió a la tierra.  Era una chica ya mayor que, por lo que vimos, cuidaba a sus hermanos pequeños que chapoteaban en el agua, gritaban y reían.  Creo que estaba aburrida con su tarea y, al vernos algo aturdidas y perdidas, vio en nosotras alto de diversión y se ofreció a peinarnos y pintarnos.  Nunca he olvidado los aromas de aquella caja de maquillaje que usó con destreza en nuestros asombrados rostros.
Y así fueron transcurriendo las horas hasta que, de pronto, un fuerte viento nos sacó de la ensoñación, nos asustó y nos hizo recordar que estábamos lejos de casa, y decidimos regresar.
A la entrada del pueblo, nos sorprendió ver un montón de gente reunida.
-¿Qué habrá pasado?- le pregunté a Martita.
-Pues no sé, estarán buscando a alguien –me contestó.
-¡Ay! –pensé –Ojalá no sea a nosotras.
Pero sí, así era.  Mi madre se acercó con cara de pocos amigos y mi padre, rapidísimo, me levantó lo más alto que pudo, de modo que las intenciones de mi madre se quedaron en unos golpecitos en mis piernas.
-Pues vaya –pensé yo –todo esto ha sido por culpa de nuestra amiga desconocida que se ha divertido con nosotras y se ha quedado con un viento sin nombre, una brisa marina y un libro en las manos.




ASUNTOS PRIVADOS de Clotilde Torres




No es agradable para nadie, encontrarse inesperadamente con su novia en un tren, cuando todo hacía suponer que estaría durmiendo. Y es menos agradable, si se la ve junto a una persona de buen físico.  No le ha reconocido.  Él debía bajarse en la próxima parada, allí le esperaba un trabajo pendiente, que el resto del mundo desconocía.  Casi siempre debía hacerlo de noche, como esta vez.  Así que no podía seguirla.  Con esa preocupación, bajó del tren, sacó su cámara fotográfica y tras llegar al lugar convenido, se colocó entre los árboles, mientras trataba de encontrar una explicación a lo que había visto en el vagón hacía un rato; su novia con otro.  En ese momento, llegó un coche que se paró muy cerca, tal como esperaba.  La pareja que estaba dentro se abraza al despedirse, cariñosamente.  Él sabe, por experiencia que, en momentos como estos, suelen estar tan entretenidos que no se darán cuenta del flash de la cámara.  El trabajo ya estaba terminado.  Se marchó pensando que al día siguiente cobraría una gran cantidad de dinero.  Hace años que trabaja como investigador privado, pero era la primera vez que sentía en carne propia aquel….  De camino de regreso a casa, no paraba de preguntarse si debía decírselo cuando la viera o asegurarse de la verdad, contratando un detective privado.



CAMBIOS de Maruca Zamora





Margarita vivía en el campo.  Jugaba con sus amigas entre flores de mil colores: blancas como la espuma del mar, rojas de alegría, moradas, amarillas como el sol que ilumina los campos.
Un día, el rey del frío y la oscuridad, la vio y quedó impactado por su belleza, toda ella vestida de blanco puro y se enamoró.  La raptó y se la llevó a su mundo oscuro, gélido y triste.  La nombró su reina pero, Margarita estaba invadida por la tristeza, no era feliz y su corazón antes luminoso, se marchitaba cada día un poquito más.  Extrañaba su mundo, su casa, sus amigas de juegos.
Su madre, triste por su ausencia, le pidió al Rey Sol que todo lo ve que le ayudara a encontrar a su hija.  Él accedió e intercediendo ante el Rey de la oscuridad, que comprendía que Margarita nunca iba a ser feliz en su mundo aunque no quería perderla, firmó un pacto según el cual Margarita debía estar seis meses con él y seis meses en su mundo de color y alegría.  Ambos reyes estuvieron de acuerdo y Margarita regresó a sus campos floridos.  Así es como cada 21 de marzo se abren las flores de mil colores y los campos se iluminan dando la bienvenida a la primavera.



martes, 28 de agosto de 2012

REFLEXIÓN de Ana Rosa Benítez




Ese día el mundo amaneció al revés.  Es el mundo que hemos creado y en el que siempre hemos vivido, sin darnos cuenta de lo injusto y caótico que es.  Un mundo donde, para vivir unos, tienen que morir otros.  Donde tu amigo, mañana puede ser tu enemigo. Donde hay personas que mueren por falta de alimento y abrigo. Donde hay niños que no tienen infancia y que trabajan en la calle o roban para comer y sobrevivir.  Donde se mata por fanatismo.  Donde los ricos son más ricos y los pobres más pobres, cada vez.  Donde la justicia es una ilusión y, de existir, solo se aplica a los poderosos.  El nuestro es un mundo donde el ecoterrorismo está acabando con el medio ambiente. Un mundo donde, en muchos lugares, no saben lo que significan las palabras libertad e igualdad.
Tenemos que tener fe en las personas buenas que existen y que se preocupan por los que sufren, que luchan contra el mal, arriesgando su comodidad y su integridad física.  Debemos seguir luchando para que seamos mayoría y conseguir que lo que está ocurriendo sea propio de un mundo al revés.



VERDES de Maruca Morales





¡Qué bonito es salir al campo y ver todo verde!, o salir a mi patio y admirar mis frondosas plantas, y los frutos, aún verdes, en los árboles; las manzanas, las ciruelas, pronto dulces y jugosas.  Observar los huertos sembrados con papas, coles, maíz, me resulta tan agradable…, me da mucha alegría.  Ver las calabaceras trepar por todas partes, las plantas de hinojo –muy bueno contra los gases, por cierto– me encanta.  Todo lo verde me llena de energía y de fuerza, tal vez porque el verde es el color de la esperanza, que es lo último que uno debe perder.  Es por eso que yo me quedo con los verdes; no pienso perder jamás la esperanza.



CELOS de Alicia Carmen


Pues sí, aquí estoy entre estas cuatro paredes, purgando una condena que no se sabe todavía cuánto durará pero, si me preguntas cómo me siento, te contestaré: feliz, liberada.  Me di mi puesto, nadie me iba a apoyar, pues bien, tomé la justicia por mi cuenta.  Es que toda la vida aguanté el sonsonete: tu hermana menor es la más inteligente, la más bella, la más simpática y para mí, bueno…; la mayor es muy estudiosa, formalita, muy calladita…
Como era de esperar, mis padres la preferían, también mis abuelos y, a veces, mis amigas.  Pero esta vez era yo quien hacía algo primero.  Me iba a casar con mi chico soñado, él me quería y yo estaba absolutamente en las nubes.
Invita a tu hermana al enlace que, aunque vive en otro país, vendrá gustosa para el acontecimiento,  me dijeron mis padres y… bueno, yo de tonta les hice caso; ya expliqué antes que yo era muy obediente.
Bastó la primera mirada, ese entornar de pestañas característicos de mi hermana, ese dejar caer la mano suavemente, como al descuido y, mi novio, cayó rendido a sus pies.  No fue eso lo peor, lo insoportable fue que todos lo entendieron y justificaron.  ¿Pueden creerlo?
Esa noche, yo trataba de descansar en mi dormitorio pero, las paredes de esa casa son muy finas y oí como, en el cuarto contiguo, se abría la puerta y un susurro de voces que reconocí llegó a mis oídos.  Eran Angélica, mi hermana, y mi novio, riéndose sofocadamente, ¿sería de mí?.  Seguro, pensé, que él la estaba acariciando.  Ella tendría su pelo suelto y hermoso, se habría puesto un perfume embriagador, difícil de olvidar.
No pude más, mi cabeza se volvió un torbellino, me levanté como una posesa.  Llegué a la cocina, tomé el mayor cuchillo que encontré y… no quiero explicar los detalles pero, allí en el suelo quedaron los dos personas que me atormentaban la vida.  Sólo puedo recordar la sorpresa que quedó reflejada en sus caras.
Amiga periodista, se dará cuenta lo importante que soy por primera vez, tanto que hasta merezco salir en la primera plana de su periódico, ¿no cree usted?

NARANJAS DULCES de Clotilde Torres



Ella, como de costumbre, salió por la mañana temprano ya que tenía que hacer lo de siempre: pasar por las oficinas de sus bancos habituales para efectuar los pagos. Y como siempre, también, iba fijándose en todo lo que se cruzaba a su paso.  Asombrada ante lo que veía, pensó que estaría de moda aquel color.  Ella sabía que el alegre color naranja, libera lo negativo pero, al llegar a las puertas de la oficina del nuevo “cuenta naranja, préstamo naranja, tarjeta naranja”, cogió el papel y lápiz que siempre lleva en el bolso y escribió “ácido cítrico alimento muy rico en vitamina C, una fruta muy apreciada para hacer cantidad de recetas, el tiempo meteorológico que también tiene su alerta naranja, la famosa piel de naranja que esa sí que no gusta a ninguna”.  Escrito esto, volvió a meter lápiz y papel en el bolso.  Tras salir del banco, decidió ir al mercado y compró cinco kilos de naranjas que, como de costumbre, le quitó ese mal sabor de boca, con aquel sabroso sabor de las naranjas dulces.






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PRESAGIO de Carmiña Gohe





Cuando la profesora me dio la hoja con la foto a partir de la cual construir un relato, me quedé estupefacta y con la boca abierta, tal como la imagen que me había tocado en suerte: un retrete.  Ese lugar, amigas, donde me siento a diario.  Aquel de la foto era un retrete muy particular, con una gran boca, grandes dientes que parecía iban a morder y la tapa, por el contrario, era una gran cara de unos azules y observadores ojos, que no asustaban, a ambos lados de una hermosa nariz rojiza.  Sentí como si estuviera mirando mi reacción y, ante tamaño desengaño, estoy segura de que un presagio se apoderó de aquella foto.  Tenía razón.  Yo, efectivamente, me iría al otro inodoro más normalito y tranquilo, para poder hacer mis… crucigramas diarios.  Así lo hice y fue de esa manera como el presagio de aquel extraño inodoro de la foto de mi tarea, se cumplió.




EL REGALO de Esther Morales





Crecí en un ambiente tibio y cálido, rodeada de muchos hermanos de mi misma especie y variedad, atendida por manos cariñosas que me daban toda la atención y todos los mimos para crecer sana.  Cuando tenía un tamaño apropiado, me trasladaron para exhibirme en un concurso de belleza y, para mi sorpresa, fui la ganadora del primer premio.  Allí estaba cuando, Génesis, una chica guapa y elegante, me vio y se prendó de mí, al tiempo que exclamaba
-¡Esto es justo lo que estaba buscando para el cumple de mi amiga Clotilde!   Se lo llevaré y seguro que disculpa mi tardanza.
Cuando llegamos, nos estaba esperando en la calle, acompañada de un señor que, al verme, puso cara de envidia por no ser él el portador de tanta belleza y el objeto de tantos elogios, como lo era yo en mi plena exuberancia de orquídea.




lunes, 27 de agosto de 2012

REGALOS PARA ELENA de Sus amigas del Taller


SEMBLANZA DE ELENA  de  Alicia Carmen



Empezaré por decir que nuestra Elena ha sido bendecida con un hermoso nombre.  A mí particularmente me trae entrañables recuerdos de la primera novela que oí en la radio, donde la heroína se llamaba Mª Elena, y yo, al igual que ella me sentía rodeada de cañaverales y demás flora tropical por aquellos años cincuenta en Santiago de Cuba.  Mi cabeza se llenaba de pajaritos iguales a los que describía el locutor.
Pero nuestra Elena es más allá que un bello nombre es una linda persona con una sonrisa cálida y amable que invita a la amistad y la camaradería.
Es muy posible que Elena haya pasado por momentos difíciles en su vida igual que todas nosotras pero, ha sabido aceptar y dirigir su mirada hacia lo bonito que también Dios le ha deparado.
Por eso, aunque la conozco poco, me doy perfecta cuenta de que ha logrado la serenidad que todos ansiamos y la felicito de todo corazón.
¡Qué cumplas muchas más!


ELENA  de  Lilia Martín Abreu


Elena, te confieso que llevo una semana devanándome la cabeza, pensando en qué te podía regalar por tu cumpleaños.  Yo quería darte algo especial y distinguido que se pareciera a ti, porque dicen que las cosas se parecen con las personas pero, me fue realmente imposible.  Primero, porque mi presupuesto no me lo permite, segundo, que por mucho que rebusqué, no encontré nada tan auténtico y original como tú, porque tú, querida amiga, eres única.
Yo seguía con mi afán de encontrar el detalle perfecto, ya que no podía ser auténtico y original como yo lo pretendía, entonces me decanté porque fuera sencillo, práctico y humilde, como también lo eres tú y… ¡eureka!, se me encendió la bombilla.  Decidí comprarte una práctica y confidencial libreta, acompañada de un humilde lapicero, ellos dos, forman la pareja perfecta, con ellos obtendrás trazos firmes y seguros, para escribir cada día tu presente, ellos serán, querida Elena, tus amigos y confidentes.
También te compré una goma de borrar y lápices de muchos colores.  Te comunico que la goma de borrar es asombrosa y mágica, con ella lograrás borrar todo lo malo, oscuro y feo del pasado y con los maravillosos lápices de colores, conseguirás pintar tu futuro, todo cubierto de luz y color como tú te lo mereces.  Yo espero que te guste mi sencillo regalo porque va repleto de buenas intenciones, feliz cumpleaños, Elena, te desea de todo corazón.
Tu amiga Lilia.


ELENA  de  Maruca Morales


Elena, aunque te diste prisa para llegar primero que yo, te pido que me esperes para llegar juntas, como cuando éramos niñas, a buscar coles a los huertos de la era, para hacer un potaje con trigo y, de regreso, las dos de la mano, sentarnos en el barranco moreno, a jugar a las cinco, a ver quién de las dos gana.  Te quiero mucho.  Tu amiga de siempre.

Maruca Morales



AMIGA  de  Maruca Zamora

Un día, tuve la suerte de conocer a una señora encantadora de la que ya tenía referencias pues, aunque lejana, es de mi propia familia.  Al conocerla en persona, me cayó muy bien.  Una señora guapa, sencilla, buena persona: esa fue mi impresión.  Hemos conectado muy bien y hoy somos buenas amigas y espero que sea así por mucho tiempo.
Estas sencillas palabras se las dedico por su cumpleaños, setenta y pico, como ella misma dice, y le deseo que siga cumpliendo muchos más y se conserve guapa, elegante, simpática, con un gran corazón, tan humana y buena amiga.
Para ti, Elena, de esta amiga que ha compartido contigo momentos de compañerismo.



ELENA  de  Esther Morales


Elena, Feliz Cumpleaños.  No sé cuánto es el pico de que hablas pero eso no importa.  Deseo que cumplas muchos más y que yo lo vea.  Sigue así, no cambies, eres un referente para mí, con tu entereza y serenidad, tu forma de transmitirnos los valores que enseñaron tus padres, a quienes siempre tienes presentes.  Nos regalas tu sonrisa en todo momento, dispuesta a darnos consejos y resolver nuestras dudas.  Gracias amiga, por tener la suerte de conocerte desde que nací, y contar con tu amistad y cariño.  Sigue igual.


PARA ELENA  de  Isabel Expósito Morales

Supe de ti antes de conocerte.  Lo hice a través de las historias de juventud que mi madre me contaba.  Me hablaba ella de su mejor amiga, una chica llamada Elena  con la que había compartido dulces vivencias de la mocedad.  Una chica guapa y dulce, a quien le fascinaba reír y bailar, tanto o más que a ella misma.  Así que, de ese modo, empecé a conocerte, y tu nombre casi siempre estaba unido a las conversaciones sobre anécdotas del ayer de mi madre.
El tiempo y la vida, que sabe como hilar nombres, historias, cariños y personas, quiso que, con el paso del tiempo, te conociera personalmente.  Cuando lo hice, descubrí con alegría, que la descripción que mi madre había hecho de ti y la que ella guarda en su memoria, se ajustaba perfectamente con mi propia apreciación de tu persona.  Por eso, casi de inmediato, te hiciste dueña de mi cariño y aprecio.  Guapa, elegante, dulce, conciliadora, con un saber estar envidiable y una entereza ejemplar, me siento privilegiada y agradecida con la vida por haber hecho posible, prolongar en mí, la amistad que te une a mi madre.  ¡Feliz cumpleaños, amiga!


domingo, 26 de agosto de 2012

LUJURIA de Lilia Martín Abreu




Aquella tarde, la lluvia azotaba las calles desiertas y encharcadas.  Madelaine lo contemplaba todo detrás de la ventana, con cierta melancolía pues aquellas imágenes la transportaban al pasado, echando su mente a volar.
Un día como aquel, bajo la lluvia, tuvo que comenzar su camino, huyendo aterrorizada de su propio padre, que la había canjeado por unas deudas de juego.
Su madre le advirtió y aconsejó que marchara lo más lejos posible y que, por su bien, no volviera jamás.  Ella obedeció, emprendiendo su camino y no descansó mientras la luz del día la había acompañado.  Durmió subida a los árboles, por miedo a los animales y después de varios días de duro trayecto, al fin llegó maltrecha y hambrienta a un poblado habitado.  Sólo entonces fue consciente de que no había tenido miedo y se prometió a sí misma que allí en ese momento moría para siempre la ingenua María Elena y nacía Madelaine, una nueva mujer, irresistible ante los ojos de los hombres.  Ella era consciente de su belleza y su cuerpo escultural, por lo que decidió usar el primer pecado capital, la lujuria, como su único sustento.
Recordó aquellos primeros días cuando, con los nervios a ras de piel y el estómago en arcadas, empezó sus andaduras en las artes y las ciencias de los juegos de alcoba.  Fueron muy duros. Un temblor se había apoderado de ella y el latido de su corazón martilleaba sus sienes, con las orejas encendidas como farolillos rojos de feria.
Pronto, todo eso se disipó.  Al paso del tiempo, su clientela se convirtió en selecta; unos cuantos amantes ricos que la complacían en todos sus caprichos, a cambio de que ella los mimara esperándolos con una botella de exquisito champán francés bien frío, vestida con unos modelitos sexis de corsetería fina.  Eso hacía que sus clientes desaparecieran de este mundo en alas de su habilidad y maestría en materia de seducción.  Era tanta la lujuria empleada en sus movimientos que dejaba en la piel de la memoria de sus amantes, la huella de su destreza. Ella supo convertirse en una droga a la que siempre deseaban volver.
Madelaine se retiró de la ventana, se sirvió una copa de brandy.  La tomó lentamente, al mismo tiempo que recorría la habitación con su mirada empañada en lágrimas. Tengo de todo y no tengo nada, pensó.



EL EXTRAÑO HOMBRE DEL TREN de Maruca Zamora





El relato que había elegido Luis para leer durante su viaje en tren, Madrid-París, lleva este título; El extraño hombre del tren.  Luis viaja con frecuencia a París desde que heredara el negocio familiar.  Lejos han quedado los tiempos en que viajar a París era toda una aventura.  Desde hace una década es simplemente el trámite que debe seguir dos veces al mes.
Tras instalarse en su asiento, empieza a leer.  Resulta ser la historia de un atracador internacional que, casualmente, también viajará en tren huyendo de la policía, atravesando la frontera. Pretende pasar desapercibido, bajo una gabardina negra desgastada, sombrero de fieltro del mismo color, gafas oscuras y barba postiza.  Pierre Dubois acompañaría a Luis hasta su llegada a Paris, como él, viajara en butaca de segunda clase.  El personaje parecía nervioso, mirando continuamente de un lado al otro, observando su viejo reloj una y otra vez.  Dobla la gabardina en su brazo y pone su sombrero en el asiento contiguo, frente a él, único asiento ocupado de todo el vagón, y saca un libro que parece tratar sobre el comercio entre España y Francia.  Qué curioso le resulta a Luis que el personaje lea un libro que tenga tanto que ver con su profesión.  Suena el silbato que anuncia la última llamada de salida, justo a tiempo para que entrara un nuevo pasajero.  Parece que no va a viajar solo, después de todo.  Se sorprende al ver que se trata de un hombre de mediana estatura, vestido con una gabardina negra, sombrero del mismo color y gafas oscuras.  Lleva, además, barba de algunos días.  Parece nervioso, mira a un lado y a otro, no para de consultar su reloj.  Ante tanto asiento vacío, decide sentarse al lado de Luis, dobla su gabardina, pone el sombrero sobre el asiento de al lado y saca un libro sobre comercio hispanofrancés.  Luis vuelve a la lectura de su libro, inquieto, aterrorizado al comprobar que se ha repetido en la realidad, todo lo relatado en su libro.  Debía saber qué pasaría a continuación.  Pierre Dubois no parecía tener suerte.  Al cruzar la frontera, la policía de aduanas le da caza.  Pierre yace herido de muerte en el piso de la estación. Con gesto amable,  como tantas otras veces, Luis le ofrece a su compañero de viaje, su tarjeta de visita pero, intrigado por saber si continuaban las coincidencias.  Pierre abandona su lectura por un instante y saca de la cartera de su bolsillo una tarjeta que le entrega a Luis:
Pierre Dubois
Anticuario

Sorprendido pero inmerso en la confusa historia, Luis duda si contarle o no lo que le sucederá al llegar a la frontera.  No sabe qué hacer. No sabe si debe decírselo, aún a riesgo de que lo considere un loco, o callarse para no arriesgar su vida.  El anuncio por megafonía de la llegada a la frontera, interrumpe sus pensamientos.  Tras esto, Pierre parece más nervioso.  Toma su gabardina, saca una caja de cigarrillos y le comenta a Luis que va a estirar las piernas.  Lo que parecen dos disparos, se oyen en la estación cinco minutos después de se anunciara la salida del tren.  Nadie ha vuelto a recoger el sombrero de Pierre.


ASESINATO de Esther Morales





Al llegar a casa, me encontré a mi hermana saltando y dando palmas, mientras gritaba.
-¡Jodido, deja que te coja! ¡Jodido cabrón, como te coja, te mato! ¡Canalla!
Ante tanta vehemencia e insulto, yo me asusté. Después de estar un buen rato entre palmadas y saltos, mi hermana abrió las manos y fue entonces cuando vi a quien iban dirigidos aquellos insultos.  Allí estaba el cuerpo del delito, entre sus palmas ensangrentadas estaba él, su enemigo chupa sangre, el terrible canalla que había perturbado su siesta.  Verlo en aquel estado, aplastado entre sus manos fue el castigo que mi hermana recibió por haber asesinado a aquel pobre mosquito.


NO DUDARÍA de Ana R. Benítez



Antonio, de 33 años, fue encontrado muerto en la cabaña de tejas rojas que su madre le construyó en el jardín de su casa, para tenerlo cerca.  Le dio igual destrozarlo, si así lo veía todos los días.  Y para él, la presencia de ella, era vital.  Era su guía, su luz en la vida desordenada y de rebeldía que vivía.  Por eso, cuando su madre murió, no lo pudo superar, y la siguió quince días más tarde, después de coquetear con las drogas y el alcohol.
Pero, seguro que Antonio, desde la eternidad, con esa sensibilidad que le caracterizaba, mandaría un mensaje en el que, si pudiera dar marcha atrás, NO DUDARÍA haber sido más fuerte, NO DUDARÍA a enfrentarse definitivamente con la vida, NO DUDARÍA en que su momento de partir no había llegado, NO DUDARÍA en ver la vida con alegría; y sobre todo, NO DUDARÍA en saber que le quedó mucho por hacer.

LA AMISTAD de Águeda Hernández




La amistad es la única cura para la enfermedad más dolorosa del ser humano, la soledad
Gustavo Adolfo Becquer

Este escrito sobre la amistad va dedicado a todas nuestras amigas, sobre todo a aquellas que se han quedado solas; especialmente a una de ellas que está sufriendo una pérdida reciente. Fuerza, querida amiga, por favor no llores, él está contigo, lo sientes, háblale y verás que te sentirás mejor.  No sé si este escrito te servirá de algo pero, agradezco encontrarme entre tus amigas porque la amistad forma parte de mi vida, siempre que sea sincera; ¡alivia tanto la soledad!
¿Qué significa realmente la soledad?  En general sólo describe el vacío doloroso de una persona que se siente solitaria, habla de ausencias, de sentimientos, de personas que se ven a sí mismas, solas.  Cuando esto nos ocurre, el remedio o parte de él, es tan sencillo, queridas amigas, como conservar tus amistades porque recuerden que, gracias a ellas, no se sentirán tan solas.
Quizás des excusas, rechaces alguna invitación.  Es un comienzo de salir de la tristeza que nos invade.  Es más fácil, por ejemplo, tener amistades en tus mismas circunstancias, pueden ser un apoyo, incluso una necesidad.  Pero…, es una trampa que hay que evitar porque solo comparten penas y dolor. ¡No!, con esto no quiero decir que les des la espalda, jamás, ¡eso no!, todos nos necesitamos.  Pero, cuando a la soledad se le llama enfermedad, tienes que buscar amigas que tengan una vivencia positiva, sana y divertida. Amigas así, con más gratificantes y alentadoras.



FUEGO de Alicia Carmen




La verdad es que leer mi horóscopo, siempre me produce una risa irónica, cuando compruebo que está entre los signos de fuego.  Vaya, por favor, no lo puedo creer, ¡el astrólogo debe estar equivocado!.  Lo que sí es cierto es que, cuando estaba bien jovencita, vi una representación de la Danza ritual del fuego y me produjo tremenda conmoción. Encontré el espectáculo como excesivo para mí, desgarrador; me sentí pequeña, encogida y hasta me asusté un poco.  Aunque, debo reconocer que, por otra parte, me encantó su sensualidad; destilaba pasión, fue absolutamente inquietante, casi enloquecedor.
A esas edades, todo nos llama la atención y para mí, la chica del clavel rojo se destacaba entre todas, por su arte, figura estilizada y la gracia inmensa de la que hacía gala, bailando alrededor de la hoguera.  Sus manos parecían dos pájaros heridos a punto de caer.  Yo estaba absolutamente absorta, impresionada, cuando de repente, sentí su mirada sobre mí como dos carbones encendidos.  Yo me quedé paralizada de terror.
-¿Me habrá mandado un maleficio? –pensé yo.
Al instante, la danza continuo y la vi alejarse con su vaporoso traje  revoloteando a su alrededor.  Yo salí de allí con ciertas dudas y, como dicen que de que vuelan, vuelan, al día siguiente, que era domingo, fui a misa bien temprano y le pedí a Dios haberle caído bien a la enigmática bailarina y que sus artes de hechicera sólo hubiesen sido una obra de teatro.